OPCIONES

El sueño de México

Por Blanca Esthela Treviño de Jáuregui
sábado, 4 de noviembre de 2017 · 00:00

La historia nos habla de los caminos solitarios que recorrieron los libertadores de nuestro país. Caminos de soledad en la noche fría. Cierto, también fueron caminos de fe, recorridos entre persecuciones, combates y… una esperanza inquebrantable.

Dice -entre líneas- la historia de México que los libertadores fueron hombres y mujeres que supieron pagar el precio del liderazgo. Seres que buscaron el silencio quemando sus horas en la noche en espera de la claridad de la aurora. En el silencio conocieron lo que había de hacerse, por qué, para qué y cómo. Seres que tuvieron la visión de ver más allá de su piel y supieron voltear hacia atrás, a los lados y marcar el rumbo hacia adelante.

En el fuego de su espíritu tuvieron un sueño, un soñar despiertos. La visión y la osadía de confiar y de creer que no sólo aquel sueño era posible sino que había que hacerlo realidad, A pesar de las críticas, zancadillas, golpes bajos, presiones, amenazas y traiciones no se quebraron.

En su largo y oscuro sendero se mantuvieron a la estatura de los robles que, entre más azotados por el viento por los falsos testimonios, fueron más firmes en su propósito. Personas recias, de convicciones, de ideales, que arriesgaron la vida para salvar a su gente de la opresión, de la pobreza, la ignorancia, y la dependencia. Ello implicaba hacer un trabajo comprometido y cuidadoso. Hacerlo bien y con gran devoción.

¿Y qué de un país que tiene infinidad de recursos pero le falta coraje para ponerse de pie? ¿Cómo echar a andar los talentos y habilidades del que se ha caído por las circunstancias en que vive y cree que solo no puede caminar? ¿De aquél que se apoya en otros porque no confía en sus propios pasos?

Se paga un precio para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Se requiere de un líder que piense más allá de sus intereses personales, y esté dispuesto a luchar y trabajar con el mismo entusiasmo cuando se trate del beneficio propio como cuando se trate del beneficio de los demás. Una persona que sueñe y se prepare en el silencio, con objetividad. ¿Contradictorio? No. Primero son los sueños, los ideales, las convicciones, las utopías, el compromiso personal. Un pesimista nunca ha sido líder.

Después de un análisis sereno y realista, se determina lo que se debe cambiar en el país. Se utiliza la razón y la imaginación para tender puentes entre lo que es y lo que puede ser. Hay peñascos en el camino; muchos obstáculos. Esos hay que enfrentarlos, brincarlos o darles la vuelta, pero nunca detenerse a causa de ellos.

La valía de un libertador será medida por la cantidad de poder y adulación que pueda soportar sin envanecerse. Sus afectos serán puestos a prueba: aquellos por los que está luchando serán los que menos lo comprendan. El libertador es un ser solitario, consecuencia del mismo liderazgo, que camina en el desierto. El elevarse sobre los demás -la responsabilidad eleva- es separarse de ellos de alguna manera. Renuncia a sus deseos personales, aunque legítimos, por una causa superior. Es una forma de entrega, que va contra el egoísmo. Más cómoda es una vida sin entrega, aunque no más feliz. Su férrea voluntad, esa fuerza superior que lleva siempre consigo, es la que le da su seguridad e independencia.

Así pues, a los que esto leen, ¿qué tesoros han encontrado en sus silencios que puedan aportar a la nación? Los talentos que se quedan encerrados asfixian. Y… siendo la solución de nuestra presente crisis la máxima utilización de recursos y talentos, ¿quién está dispuesto a pagar el precio y ser un libertador?

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