BAJO PALABRA

Por si no te vuelvo a ver

Por Hadassa Ceniceros
viernes, 15 de diciembre de 2017 · 00:00

Hubo un tiempo en que consideraba que mi mundo estaba completo con las personas y las cosas que tenía. Era alrededor de los veinte años, la juventud invadía todos los espacios de la vida, tenía una familia, salud, trabajo, casa y una creencia religiosa. Todas las piezas encajaban perfectamente, todo estaba bien. Pero de un día para otro, los avatares de la vida mueven algunos elementos. No lo sabía, ni lo esperaba. Empecé por cuestionar mi lugar en el mundo, el rumbo de mi vida, mi fe. Poco a poco las piezas que formaban el cuadro de mi vida se empezaron a mover. Un día desperté y me encontré en el lugar que prometí nunca estar. Cambié y la historia cambió.

Por cuarenta y tantos años estuve alejada totalmente del mundo en el que viví en una etapa importante de mi vida. Dejé atrás amigos, conocidos, creencias y toda una forma de ser y ver la vida. Mantuve por breve tiempo comunicación con una o dos amigas. El tiempo y la distancia hicieron su labor, la amistad se fue diluyendo. Los domicilios cambiaron, las formas de comunicarse también, me perdí y me perdieron en las décadas que transcurrieron sin saber nada de nadie.

Últimamente la casualidad y las redes sociales han hecho que me reencuentre con amigos y familiares de amigas. Después del gusto y la sorpresa que nos ha causado el encuentro, empiezan poco a poco los relatos de la vida real. Inicio mis cartas con una semblanza muy general de lo que es mi vida actualmente, menciono la familia, lo que hace cada uno. Luego paso a mencionar las ausencias, las muertes, uno a uno los seres queridos que ya no están conmigo, le siguen las enfermedades importantes que padece alguien cercano y finalmente describo mi estado general, actividad laboral, tiempo dedicado a alguna afición, viajes, descripción de la actividad de mi esposo a quien a veces no conocen. Este recorrido me hace pensar en lo importante realmente de mi vida, no pasan de tres cosas, la familia, la escritura-lectura y la salud. Hablo de la ciudad, la reencuentro en mis propias palabras, me encanta la bahía, la vista de la carretera escénica a Tijuana, menciono lo bien que se come en algunos lugares y recapacito sobre los años que han pasado desde la última vez que regresamos a vivir acá.

De regreso recibo otra carta y hace uno a uno el mismo recorrido, me sorprende que estando tan cerca no nos hayamos visto en décadas, me entristecen las muertes y las enfermedades de mis amigos y algunos de sus familiares. Nos prometemos estar más cerca unos de otros, nos despedimos y el tiempo gira y gira.

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