DESDE LA BANQUETA

Israel tiene un invierno muy frío

Por Sergio Garín
jueves, 21 de diciembre de 2017 · 00:00

Ninguno de los cuatro evangelios reconocidos desde que la iglesia cristiana primitiva era una sola -sin católicos, ortodoxos ni protestantes-, señala el día del nacimiento de Cristo. Pero el de San Lucas dice en el capítulo 2, versículo 7: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. 8. Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. 9. Y he aquí que se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron los pastores gran temor. 10. Pero el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí que os doy nuevas de gran gozo, 11. Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.”

Por su latitud, Israel tiene un invierno muy frío, pero muy frío: es la misma que el norte de Chihuahua, donde hiela, nieva y puede haber 15 grados bajo cero; y por ser desértico, Israel tiene clima extremo. Eso significa que las noches de esta época son terriblemente heladas. Por lo mismo, ningún pastor se expone ni expone su rebaño a la intemperie durante los meses de octubre a marzo. Además, al norte del Trópico de Cáncer, como en nuestros estados fronterizos, la temporada de lluvias ocurre en otoño e invierno. Así que los pastores se exponían a lluvia seguida por temperatura gélida bajo cero, la perfecta combinación para quedar ellos y su ganado convertidos en témpanos. Jamás habrían estado en diciembre y por la noche a la intemperie. De ahí que, si ocurrió como dicen los autores de San Lucas, era verano.

Pero, como los evangelios nada decían, no hubo celebración del nacimiento de Cristo durante los primeros siglos de cristianismo. Y no sólo por desconocerse la fecha, sino porque la Iglesia prefería con mucho celebrar la resurrección, prueba de la divinidad de Jesús, y no el nacimiento, que todos los animales compartimos.

Pero en el combate del paganismo, los obispos cristianos se toparon con una festividad de gran atractivo hasta para sus propios fieles: el nacimiento del dios Sol. Esta fiesta tenía un origen astronómico: los pueblos agrícolas observan y registran los movimientos celestes para precisar los diversos momentos de la siembra. Y es muy notable que el sol, a partir de junio en que alcanza su máxima altitud en el cielo y ocurre la mayor duración del día, comienza paulatinamente a decaer: cada día sube menos y es menos cálido. La noche del solsticio de invierno es la más larga del año. Al día siguiente, el sol comienza a recuperarse: renace y se vitaliza durante los siguientes seis meses, hasta el solsticio de verano, a partir del cual comienza de nuevo a decaer.

Así pues, era motivo de grandes fiestas el día siguiente al solsticio de invierno: el sol era un niño recién nacido, y como el sol ha sido un dios en todas las religiones antiguas, era un niño-dios. El solsticio es variable, así que la fecha fijada para las celebraciones anuales del Sol-niño era el 25 de diciembre. Las familias se reunían, intercambiaban regalos, y, en países nórdicos, donde los bosques pierden por completo sus hojas y parecen muertos, la gente observaba que el pino permanecía siempre verde. Era pues símbolo de vida eterna. Por esa razón se llevaba uno a la fiesta familiar y lo decoraban con imitaciones de fruta, que colgaban de sus ramas para así conseguir, por medio de simbolismo mágico, que los árboles frutales retoñaran la siguiente primavera y tuvieran fruto maduro al comenzar el otoño. Eso era garantía de menos hambre en invierno. También era común encender grandes fogatas en lo alto de las colinas para que su fuego ayudara a la recuperación del fuego solar.

Como los cristianos no dejaban de participar en esos ritos paganos, por antiguos y divertidos, los obispos decidieron sobreponerles el nacimiento de Cristo, el Sol de Soles. Así daban una fecha al nacimiento de Cristo, bautizaban la celebración pagana y dejaban de pelear con sus fieles. Y todos contentos. Entonces, como diría el clásico “ haya sido como haya sido” Sucedió. Y es lo que importa. Feliz Navidad para los fieles y felices fiestas para los que no lo son.
 

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