DESDE LA BANQUETA

Una frase de reconocimiento, un apretón de manos y un ya está no bastan para tener paz

Por Sergio Garín
jueves, 28 de diciembre de 2017 · 00:00

El disputado territorio que fue Canaán, luego Israel y Palestina, ha tenido población humana, según registros paleontológicos, desde hace cuando menos 100 mil años. Esto es, desde que somos humanos. Por su cercanía con el llamado Creciente Fértil, como se llama a la zona con forma de luna creciente que va del Mediterráneo a los ríos Tigris y Éufrates, donde fueron domesticados los primeros cereales, las evidencias de agricultura pueden datarse tan lejos como el año 10,000 a.C. Los antiguos palestinos tuvieron, entre uno de sus mayores logros, la invención de un alfabeto, creado por los habitantes de Canaán en el segundo milenio antes de Cristo. El alfabeto canaanita sirvió de base para que dos pueblos posteriores, los fenicios (en la costa) y los israelitas, establecidos en el interior, se dieran a su vez un medio de escritura, un alfabeto.

Los fenicios eran uno de los pueblos que los egipcios llamaban “pueblos del mar”. Se establecieron en la costa que por entonces era dominada por Egipto. Los israelitas eran, según la tradición bíblica, descendientes de un caldeo, nacido en Ur (hoy en Iraq), a quien Dios le prometió una descendencia más abundante que las arenas del desierto: Abraham. Según el Génesis y el Éxodo, los dos primeros libros de la Biblia, un descendiente de Abraham, José, fue vendido por sus hermanos a una caravana de mercaderes egipcios. Así fue como logró, adivinando misteriosos sueños del faraón, hacerse de una elevada posición. Cuando la tuvo, pudo ofrecer a sus once hermanos la ciudadanía egipcia. Con los siglos se reprodujeron en doce tribus, nació Moisés, Dios le pidió que sacara a su pueblo (las doce tribus) de Egipto y lo condujera a la tierra de Canaán, la Tierra Prometida. El faraón se niega, vienen las plagas y, la última: la muerte de todos los primogénitos egipcios, doblega al faraón. Las doce tribus salen, Moisés abre en dos el mar Rojo para pasar porque el faraón ya cambió de opinión. Finalmente llegan a la tierra de Canaán, la prometida y, como está poblada, la toman a sangre y fuego.

La ocupación de Palestina por los antiguos israelitas se completó hacia finales del siglo 13 antes de Cristo. Pero en la costa ya se habían establecido los filisteos y así tendremos largos siglos de guerras entre ambos pueblos, según puede leerse en los libros de los Jueces y los Reyes (también de la Biblia). La anécdota más conocida es la del joven David contra el gigante Goliat, orgullo de los filisteos.

Hacia el año 1,000 a.C., tiene Israel su edad dorada bajo los reinados de David y su hijo, Salomón. A la muerte de Salomón el reino se divide en dos: al norte Israel, al sur Judea, que toma su nombre de una de las doce tribus, la originada por Judá, uno de los doce hermanos. Los asirios destruyen ambos reinos, Israel en 722 y Judea en 587 a.C. Los judíos son llevados como esclavos a Babilonia (y el tema sirve para que Verdi componga Nabucco y el coro más famoso de la historia: Va pensiero...)

Los persas derrotan a los asirios y permiten que los judíos regresen a Jerusalén. Por entonces comienza a extenderse un nuevo imperio, el griego. En el cuarto siglo antes de Cristo, Alejandro Magno, el griego macedonio educado por Aristóteles, llega con sus tropas hasta la India. Judea es anexada al imperio de Alejandro. Pero ya una pequeña ciudad en la península italiana, Roma, comienza su expansión. En el siglo segundo antes de nuestra era Roma vence a Grecia y domina toda la costa del Mediterráneo. En el año 65 a.C. Roma se anexa por completo la tierra que es llamada “Filistina” o de los filisteos. Como, por razones que ignoro, los romanos escriben la letra fi griega con una ph, Philistina se deforma en Palestina. Nace Jesús, el Cristo.

Hubo dos revueltas importantes de los judíos contra la dominación romana. La primera fue aplastada. Con la segunda, ocurrida en el año 135 después de Cristo, la población quedó diezmada y la nación dejó de existir. Los judíos se dispersaron por todos los confines del imperio romano. Es la diáspora: la dispersión. A los judíos no les fue nada bien en las regiones, después países a los que emigraron, mismos que tarde o temprano los culpaban de todos los males que surgían en sus propios países; pero eso es historia aparte.

A la caída de Roma, en el siglo VI d.C., sólo subsiste la parte oriental del imperio con la capital fundada por Constantino. La Palestina romana pasa a ser parte de ese imperio, el bizantino, con capital en Constantinopla. Hacia el 570 nace Mahoma, predica un solo Dios, el Dios de los judíos y de los cristianos, unifica a Arabia y da inicio a un imperio que peleará tierras al bizantino.

Un pueblo del centro de Asia, los turcos, llegan hasta el Mediterráneo, asumen la religión de Mahoma, el Islam, asedian el Imperio Bizantino y Palestina queda bajo el dominio de los turcos, que se extenderán por el sureste de Europa y el oriente del Mediterráneo. Fundan el Imperio Otomano. En una batalla naval para detener el avance de los turcos sobre Europa, Cervantes pierde un brazo.

Los judíos desean restablecer una nación propia y así, con tierra comprada, fundan el primer asentamiento judío en 1882. A la corriente que busca el regreso a la Tierra Prometida se le llamará sionismo, por la colina de Sión, en la que David fundó su capital, arrebatándola a los jebusitas.

El Imperio Turco perdura hasta comenzar el siglo XX. Pero hace una pésima alianza: al estallar la Primera Guerra Mundial decide aliarse con las potencias centrales: Alemania y Austria-Hungría, que serán las perdedoras. En 1918 desaparece el Imperio Otomano, reducido a lo que hoy es Turquía. Palestina queda bajo protectorado de Inglaterra. La inmigración judía continúa.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, en 1945, se descubre el intento nazi por exterminar a todos los judíos: cámaras de gas y hornos crematorios donde millones de judíos habían muerto luego de pasar hambre y torturas. El mundo se cubre de horror y de vergüenza. La ONU vota en 1947 por separar la región en dos estados, uno judío y otro árabe. Los árabes rechazan el acuerdo y Egipto, Siria, Líbano, Jordania e Iraq declaran la guerra. Israel los vence en 1948. En 1967 tiene lugar la guerra de los seis días, iniciada también por los árabes y ganada por Israel. En 1973, Israel vuelve a triunfar sobre sus vecinos árabes. En cada ocasión, toma nuevas tierras. La población nativa huye o es arrojada y se forman nuevos campamentos de refugiados palestinos y hay nuevos territorios ocupados cuya liberación exigen los palestinos. La espiral lleva 3,500 años y aún no acaba.

El Estado de Israel posee dos idiomas oficiales: hebreo y árabe. El hebreo fue el idioma que hablaron los antiguos israelitas hasta el exilio en Babilonia. Para los tiempos de Cristo ya era solamente un idioma sagrado, en el que estaban escritos los libros que los cristianos llaman Antiguo Testamento de la Biblia. La gente común se entendía en arameo y en arameo predicó Cristo. Fue un milagro de perseverancia que los judíos inmigrantes resucitaran el viejo idioma perdido y lo convirtieran en medio de expresión familiar y cotidiano, que inventaran métodos de riego que hoy exportan. Israel posee un magnífico sistema de seguridad social, la alfabetización es completa, la salud y la calidad de vida son de primer mundo. Hoy no tiene por qué hacer lo que hace al pueblo palestino. Y menos a nombre de una tierra prometida por Dios, como afirman los judíos ortodoxos. Están endurecidos de corazón, ya tienen mucho callo en el sufrimiento como judíos y en defenderse para perdurar como pueblo.
 

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