El tiempo

Corro detrás de la hora que marca el tiempo.

Siempre parece ser una especie de conciencia que me arrebate los minutos.

El tiempo. Pareciera una idea sin forma cuando se es niño, es solamente la distancia que hay entre una promesa de adultos y el tiempo en que se convierte en realidad. No tiene mucho que ver con uno mismo, más bien solamente se refiere a las cosas cercanas, inmediatas.

Tiempo, lo que hace falta para pasar un tiempo de ocio, diversión o paseo. Lo que pasará para ver a la risueña abuela de nuevo.

Tiempo el que hace falta para llegar a tiempo a la escuela.

Tiempo lo que al viejo parece sobrarle sentado en el jardín por las mañanas. Y tiempo el que quisiera recuperar en su pensamiento.

Tiempo el que distancia la intención de la ejecución.

Tiempo el que consideramos “para siempre” a los treinta años. Y tiempo, el “para siempre” de todos los días de hoy.

Tiempo el que el adulto piensa como inmediato y tiempo el lapso enorme en que el joven mide sus pausas.

Tiempo el que se escapaba como agua entre los dedos cuando bailaba feliz.

Tiempo el que siempre me robaron al presentar un examen en la escuela.

Tiempo el que me favoreció alguna vez al ganar una carrera.

Tiempo el que me pareció eterno desde el primer dolor de parto hasta conocer el rostro de un hijo.

Tiempo el que deseo sin fin para todos mis hijos.

Tiempo que me duele haber perdido con mis padres.

Tiempo el que no he sentido cómo pasó ya en mi vida

Tiempo el que entiendo se limita hacia adelante.

Tiempo el que comparto en mis palabras con ustedes.