CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Aira, Leonardo, la virgen y lo miope: El erotismo es un sueño que siempre se hace realidad

Por Rael Salvador
viernes, 12 de octubre de 2018 · 00:00

En “Continuación de ideas diversas” (Jus, 2017), considerado por Juan Pablo Villalobos como el mejor libro de César Aira, encuentro apuntes y fragmentos de una serie de diarios y cuadernos que, galopando en la exquisitez del instante recuperado, va cifrando el mundo en estampas de materia radical. Cuando retoma de la realidad los visos de alguna verdad, el crítico que hay en Aira se convierte en el propio artista:

«La mano en el escorzo de la virgen, en “La Virgen de las rocas”, de Leonardo, está justo encima del Niño: podría (puede) interpretarse como un gesto de protección. A mí me hace en la mano de un titiritero (marionetero) sosteniendo los hilos. El virtuosismo al que obedece (¿qué otro motivo había para pintar esa mano?) representa el virtuosismo del titiritero que con delicados tirones coordinados de los hilos puede dar la impresión de vida a un muñeco… Y este virtuosismo, esta habilidad diabólica, representa a su vez la de la madre que condiciona y dirige, sin términos de tiempo o distancia, la vida del hijo.

»El arte de Leonardo expresa mejor que ningún otro artista las venturas de la miopía: la ensoñación y el detalle. El corto de vista aprende a vivir una parte de su vida en sueños diurnos donde la belleza y el misterio se funden y suceden en historias de sentido suspendido. Crea lo inexplicable, sabe que la explicación lo haría desvanecerse en la luz. Y la luz misma, interiorizada en tenues perspectivas, crea paisajes lejanos, fumisterías del antojo y el paseo de seres irreales. Pero cuando el miope acerca los objetos, su visión microscópica le da la otra belleza, de una precisión que parece sobrenatural, que parece a punto de echarse a andar como una relojería de líneas finísimas: lo real».

Asumo que la crítica, en cualquiera de sus modalidades, así sea la más arrabalera de una pantanosa borrachera lírica, o lo que se derrama en ella “como una sustancia alucinógena”, debe considerar sus propios alcances con las proporciones legibles de un autor como César Aira: si el pensamiento atesora una posibilidad de acierto, que sea dando en la diana vulnerable de un agresor disfrazado de payaso diletante.

En un intento por definir el arte, la crítica dicta cátedra: el primer principio de la especulación es la hipótesis y el primer principio de la hipótesis es la intuición. Si racionalizamos la intuición, las contradicciones son una fuente de progreso fatuo, como las paralelas que se tocan en la perspectiva: vil engaño.

Todo poseedor de un Banksy, en una idiotez de contagio, haciendo tiritas de fortuna.

Una palabra que modela con sensibilidad su significado es como una parte de una pintura que, desde lo profundo, nos ofrece una vivencia: ¿Simbólica? ¿Abstracta? ¿Naturalista?

De cualquier forma, considero (siendo el escepticismo la vacuna ideal).

Airando el discurso, me sirvo de Aira para concluir: «En la casa de Goethe. La tentación del enciclopedismo. Piedras, libros, esqueletos de pájaro, estatuillas egipcias, caligrafía árabe, grabados, retratos de sus amantes, sellos, herbarios, piedras, monedas romanas… Parece una enumeración caótica, de las que quieren dar cuenta de la variada población del mundo. Los museos se pretenden serios, especializados, el mismo museo anexo a la casa de Goethe pretende serlo, pero él lo derrota al haber reunido su contenido.

»Lo más curioso de lo que vi: sellos de marfil, de un centímetro de diámetro, representando escenas eróticas “al revés” para que una vez mojadas en tinta y aplicadas a un papel aparecieran “al derecho”. Aunque ¿cuál es el derecho y cuál es el revés en una escena erótica? Pero ese “para que aparecieran” es la esencia de lo erótico. El erotismo es un sueño que se hace realidad, lo que significa de por sí una inversión. Y lo miniatura es lo portátil del erotismo. No lo meramente portátil como un libro de bolsillo o un jarrón, sino lo portátil miniatura, como para que en el bolsillo quepan cien o doscientas. La numerosidad de los innumerable»

Un libro disfrutable no siempre vale su autor. Aquí la excepción.

raelart@hotmail.com

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