LA TURICATA

El desayuno

Por José Carrillo Cedillo
martes, 23 de octubre de 2018 · 00:00

Hace algunos años, los señores dueños del dinero, (Coparmex por sus siglas en español), invitaron a un joven empresario norteamericano a un desayuno-conferencia. Una comisión nombrada expresamente para organizarla trabajó horas extras hasta conseguirlo.

Llegó el ansiado día y desde temprana hora el salón de usos múltiples que fue decorado soberbiamente para el efecto, estaba atiborrado de comensales. No cabía un alfiler, con muchos miembros relevantes con sus elegantes señoras esposas, también estaban como invitados especiales los leones, los pumas, los zorros, los jaguares y desde luego los burros blancos, pero se sintió la ausencia de los picapiedra.

En el presídium, el joven invitado era asediado por los emprendedores para tomarse con él unas selfies y presumirlas orgullosos después a sus amigos.

El olor a chilaquiles y carne asada invadía el lugar y hacía que los asistentes pensaran en el riquísimo desayuno prometido y pagado cuando los convocaron al acto. Con el Huapango de Moncayo de música de fondo, llegó la hora señalada en el programa de mano, y una guapa señorita se levantó y caminó rumbo al micrófono para pedir al joven invitado pasar a decir su mensaje.

El sonriente joven impecablemente vestido, inicio su discurso… “¡LADIES AND GENTLEMEN!”… (Perdón, voy a traducir por si algún lector no entiende el inglés): “¡damas y caballeros!, es para mí motivo de satisfacción el haber recibido su invitación a este bello país donde tengo planeado hacer muchos negocios. Debo empezar por decirles que ingresé desde muy abajo a la empresa donde me desempeño, en el departamento de limpieza de un gran edificio de 84 pisos en el centro de Manhattan… a la semana ya era jefe de la oficina y de ahí ascendí a director de compras en dos semanas de duro trabajo, que fue compensado tres semanas después con el ascenso a jefe operativo de compras de empresas en bancarrota, lo cual me dio gran experiencia y me gustó tanto que duré un largo año en ese puesto. Como premio por mi desempeño fui nombrado director de nuestra sucursal en Hawái, y me contagió el sentido de lealtad de los lugareños que pongo siempre de ejemplo a los nuevos empleados en las diferentes sucursales que tenemos alrededor del mundo.

Con mi dolor, fui requerido por la Dirección General y regresé a New York a otro puesto directivo, esta vez como jefe selector de nuevo personal. Mi trabajo incluía revisar origen y preparación, para evitar posibles sabotajes desde dentro de nuestra empresa, además de proteger, de paso, a mi país como tierra de oportunidades y de libre empresa.

Dos años después decidí casarme y como premio fui nombrado Director General de la empresa...

Y así ha trascurrido mi vida…”

La atronadora ovación no lo dejó terminar…

Al fin tenían frente a ellos al self-made, el mesías que como semidiós era esperado desde hace tanto tiempo.

¡Sí se puede!, ¡sí se puede!, ¡sí se puede!, gritaban a coro en el fondo muchos asistentes, incluidas bellas señoritas…

Una vez que cesaron los aplausos, el joven dijo:
“Ya no pude decirles que el dueño de la empresa, es mi papá…”

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