BAÚL DE MANÍAS

Handel forever and ever

Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga
martes, 6 de noviembre de 2018 · 00:00

Hoy en día, en pleno siglo 21, es normal que nos soliciten que apaguemos nuestros celulares cuando asistimos a un concierto de la llamada música clásica. También en pleno siglo 18 a veces también daban instrucciones.

Por ejemplo, ahí tiene usted que, en abril de 1742, en Dublín, todo el mundo estaba vuelto loco porque en un par de días se estrenaría el “Nuevo Oratorio” de G. F. Handel. Y en el Diario de Dublín apareció un anuncio en el que se invitaba a que el público que pensara asistir al Concierto (a beneficio de la Charitable Musical Society) siguiera estas sencillas instrucciones: las damas, favor de dejar los aros de sus vestidos en casa. Los caballeros, favor de dejar las espadas. Esa recomendación se hacía para que cupiera más gente en el teatro. Ellos sin espadas, ellas sin aros y el cupo aumentó de 600 a 700 personas. Hay que decir que algunos asistían por admiración, otros por curiosidad y otros más para despedazar a Handel con sus críticas. La obra fue todo un éxito.

Según cuentan, lo más chipocludo ocurrió días después, en el estreno londinense, pues a éste asistió nada más y nada menos que el mero-mero, o sea, el rey. Para más señas, el rey Jorge II (rey de Inglaterra y también de Irlanda)… La cosa fue que el Oratorio iba muy bien, trá-lá-lá, pero en el momento en que el Coro comenzó a cantar el Aleluya, pácatelas, como impulsado por un resorte en salva sea la parte, el rey se puso de pie en señal de exaltación… Ello provocó que todo el público lo imitara y se pusiera de pie también, haciendo la cosa más emocionante aún. Dicen que todavía hoy en día cuando tocan la obra completa en Londres, es costumbre que el público se ponga de pie justamente en el Aleluya.

Y es que da la impresión de que en esta parte de la obra, Handel decidió que había que hacer que la palabra “Aleluya” sonara infinitamente irrepetible y al mismo tiempo infinitamente transformable: “¡Aleluya, aleluya, aleluya!”. Tal y como fantasea Stefan Zweig en su “Resurrección de Handel”, “…había que incluir en ella todos los colores de la voz humana, las voces claras y las oscuras, las viriles de los hombres y las suaves de las niños, ligarlas y separarlas, en rítmicos coros, ascendiendo y descendiendo como en simbólica escala de Jacob de los sonidos, aplacarlas con los dulces acordes de los violines, enardecerlas con las notas más vigorosas de los metales, hacerlas potentísimas con la grandiosidad del órgano; para que se expandieran por el espacio: “¡Aleluya, aleluya, aleluya!”. ¡Sí, había que extraer de esta palabra la expresión de agradecimiento que llegara hasta el Creador del universo!”

Handel compuso el Mesías “como tocado por el cielo”, según sus propias palabras. El hombre trabajó de manera frenética durante tres semanas en la composición de este hermosísimo Oratorio. Decidió que nunca iba a recibir ganancias por El Mesías. “Jamás admitiré dinero. Estoy en deuda con alguien por ella. Será siempre para los enfermos y los presos. Yo mismo estaba enfermo y gracias a esta obra he sanado; me encontraba preso y ella me liberó”.

Ahí está: https://bit.ly/1nue69T.

Por cierto, el Coro Pro Música interpretará una selección del Mesías el próximo 13 de diciembre.

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