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Comer lo que sea

Por Jorge A. Meléndez
viernes, 9 de noviembre de 2018 · 00:00

Comer en China resultó ser toda una aventura, sobre todo al inicio de la estupenda vacación que tomé recientemente en el gigante asiático (relea “30 lecciones de China” y “El tibetano estresado”).

Y es que nuestra primera parada fue Lhasa, Tíbet. La ciudad más pequeña del viaje y donde menos turistas occidentales hubo. Ah, y allá casi nadie habla inglés (sólo Sammy, nuestro guía).

Total, ahí medio comimos señalando fotos en menús que ni textos en inglés tenían (en otras ciudades fue más común encontrar traducciones de una línea en inglés de los platos). Casi casi una ruleta de platillos. Algunos resultaron buenos, otros no.

Estas vivencias me hicieron reflexionar sobre la comunicación en la política, los negocios y la vida en la era de la hiperconexión.

Aquí lo hemos dicho muchas veces. Estamos conectados 24x7 y vivimos inundados de información (mucha de ésta fake). La superficialidad y la polarización son subproductos de nuestro tiempo.

Una receta ideal para la confusión y los malentendidos. Es muy fácil creer que se comunicó perfectamente todo... hasta que llega tu plato.

Comunicar mal es algo muy peligroso cuando hay pequeñas compañías disruptoras que apuntan sus miras para tumbar a gigantes en todas las industrias. Al que se descuida se lo meriendan. Un jefe que malcomunica, por ejemplo, se arriesga a:

1. Llegar al lugar equivocado.
2. Tardarse más de lo necesario para llegar al lugar correcto.

3. Gastar ineficientemente y promover el desperdicio.

4. Desmotivar a su equipo y a la organización.

5. Promover un ambiente de gritos y sombrerazos.
6. Malatender a los clientes (algo mortal en la era de la hipercompetencia donde el cliente tiene cada vez más poder).

7. Ignorar las señales del medioambiente, en particular de competidores, clientes e innovaciones tecnológicas.

8. Inhibir la cooperación y promover la grilla.
9. Perder a los talentosos y quedarse con los mediocres y/o lambiscones.

10. Crecer poco, retroceder o hasta poner en riesgo la supervivencia.

Por su parte, un colaborador que no sabe transmitir bien sus ideas probablemente se estancará en su carrera (porque a mayor liderazgo organizacional, mayor importancia toma el poder comunicarse), batallará para tener una buena relación con su jefe y difícilmente alcanzará su potencial en cualquier equipo de trabajo.

El problema se agrava con otra paradoja de nuestra era: los smartphones nos hacen más tontos para comunicarnos efectivamente. No sólo por las distracciones y la superficialidad que traen, sino por la falta de empatía que provoca “hablarnos sólo a través de aparatos”.

Es bien común ver confusión, pleitos y malentendidos al hablarnos (o escribirnos) digitalmente (relea “Que no lo ign@ren”).

¿Qué hacer? Cinco consejos básicos:
a) Entender la materia sobre lo que se va a comunicar. Imposible tener claridad sobre algo que no se conoce bien.

b) Definir con precisión el mensaje. Sobre todo en cosas importantes, donde improvisar puede generar confusión.

c) Establecer las tácticas: cómo, cuándo, tono, frecuencia, etc.

d) Practicar, practicar y practicar. Recuerde las 10,000 horas de Gladwell para ser experto en lo que sea.

e) Tener mecanismos de retroalimentación para medir la efectividad de la comunicación. No confiar sólo en la percepción personal. La mente engaña y la falsa confianza llega fácil.

Un consejo final: busque traductores. Regresando a China, hasta que bajamos el App de Baidu (el Google chino) Translate fue que pudimos medioentendernos en términos básicos con los chinos. Algo que nos sirvió en los restaurantes... y en todos lados.

El equivalente en los negocios (la política o la vida) es acercarse con miembros de la audiencia a la que se está dirigiendo. ¿Va a charlar con millennials sobre algo relevante? Una buena idea sería tener puntos de contacto con ellos para poder ajustar el mensaje.

La comunicación siempre ha sido pilar para lograr resultados en cualquier ámbito. En el mundo interconectado lo es aún más. A fin de cuentas, siempre será mala idea jugar a la ruleta china de los platos porque quizá lo que le sirvan lo indigeste. Provecho en el banquete.

Posdata. Hablando de malcomunicar, pésimo VivaAerobus el lunes pasado en Hermosillo. 7 horas de retraso para salir de regreso a Monterrey... y no nos decían nada. Es baratísimo volar por esta aerolínea, pero ya me tocó vivir una de sus historias de terror.

En pocas palabras…
“El arte de comunicarse es el lenguaje del liderazgo”.

James Humes, escritor estadounidense

benchmark@reforma.com

Twitter: @jorgemelendez
 

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