CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

La poética de Liniers

Por Rael Salvador
viernes, 23 de febrero de 2018 · 00:00

Sueños para una tarde de lluvia

Esto les va a gustar a muchos, sobre todo a algunos de mis fieles lectores.

Sólo porque considero que a veces cierto estilo literario se presta para las fantasías animadas, me voy a meter al mundo fascinante de Liniers (Ricardo Liniers Siri, Buenos Aires, 1973), quien construye historietas que captan el pensamiento feliz y lo elevan a la calidad de obra maestra.

Con la sencillez de la acuarela gráfica, configura pingüinitos vitaminados, pelotas aladas, robot sentimentales (Z-25), duendes con largos bonetes, el conejo que viste playera a rayas y gafas (él mismo), así como los personajes inolvidables de Enriqueta, Fellini y el osito Madariaga, la Vaca cinéfila, Olga y muchos otros que andan por ahí, en Macanudo, Bonjour, El misterioso hombre de negro, Cosas que a lo mejor le pasaron a Picasso o El señor que traduce el título de las películas…

Liniers es un cálido dibujante argentino, de dominio planetario, dotado de una poética que derrite témpanos en los agrestes mares del subconsciente, desatando el temporal nocturno de una imaginación titilante que nos permite acceder a sabias predicciones de humor y amor…

Amigo de Mafalda, a veces la hace su invitada y todos recuperamos una lección de historia y humanidad que se niega al pretérito del tiempo “no volver”. Y él dice, como jugando con los lentes en el pudor de su sonrisa, que el absurdo “es un idioma que habla, lee y escribe a la perfección”.

Pequeños, grandiosos, bellos e inocentes, bondadosos, poéticos, entrañables: ¡La bondad en la belleza de lo poético! ¡Lo poético en la inocencia de lo pequeño! ¡Lo pequeño en la grandeza de lo entrañable! Es decir, ¡la reunida pasión de Enriqueta por la lectura y el saber!

Si su ternura resulta desgarradora, es porque unos dibujitos delante de nuestros ojos descubren el arte del lado de la infancia, mostrando su cara animada en medio del sillón de lectura o donde la libertad es el campo, seguida de los oleajes de la noche ebria de astros… lugar en el cual también el misterio nos deja oblicuos.

Las finas y respiradas narraciones de Liniers a veces son de un absurdo sólo comprensible para el alma… ¿Cómo decirlo?: pétalos de nieve van puliendo los colores de la existencia hasta llevarla de nuevo a las luces de Navidad: verde, rosa, azul, rojo, amarillo, morado… entidades nobles que recuperan la armonía del mundo en su más nostálgica dimensión: la vida (así de sencillo, como el aroma de un pino recordado).

Decía René Char, quizá recordando a Borges -pero dándole toda la venia a Linier-, que “la vida pudiera no ser más que un sueño burlado”.

En la poética de Liniers podemos toparnos con maravillosas tiras sobre el arte, que son piezas artísticas en sí mismas, como aquella de “Picasso y los críticos”, donde el pintor revindica su maestría… Picasso se encuentra “cubeando” ante la tela y uno de los críticos murmura: “¿A quién pueden interesarle todos esos cubitos?”, a lo que, sombrero de copa en pecho, otro príncipe de la crítica emite, no sin esnobismo, una respuesta despreciativa: “Definitivamente no es Degas”. Acto seguido (recuadro final), el autor de Las señoritas de Avignon los echa a empellones de su estudio, sentenciando para la cátedra de la exclusión: “El arte es la eliminación de lo innecesario”.

Té o café, el osito Madariaga, Fellini y libros de Enriqueta en mano -sueños para una tarde de lluvia-, porque el color es la música que hace Liniers para que el Universo no se apague.

raelart@hotmail.com

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