BAÚL DE MANÍAS

Una del tío Willie

Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga
martes, 27 de febrero de 2018 · 00:00

A propósito del día internacional del gato, que se celebró el pasado 21 de febrero, ahí le van - en riguroso desorden- los nombres de algunos músicos cuya afición por los mininos fue (ha sido o es) pública y notoria: Igor Stravinsky, Henry Cowell, Alan Hovhaness, John Cage, Frank Zappa, Morrissey, David Bowie, John Lennon, Ernest Hemingway… Úpsydaisy, no… Hemingway no era músico. Se me apareció en esta columna porque era fanático de los gatos. Una de dos, o le gustaban mucho (llegó a tener 23)… o de plano él y Mary, su cuarta esposa, estaban (tú-rú-rú) locos como una cabra. Decían que los gatos eran “purr factories” y “love sponges”. Ps, o sea. “Fábricas de ronroneos” y “esponjas de amoooor”.

¿Quiere usted que le cuente una historia de Hemingway y uno de sus gatos? Voy a suponer que usted dijo “¡Sí que sí!” ó “Sipirilí” o como usted acostumbre a decir que sí. Nomás que de una vez le aviso que esta historia me hizo llorar. Resulta que El 22 de febrero de 1953, uno de los mil gatos, el “Tío Willie”, fue atropellado salvajemente por un automóvil. Tras el accidente, Hemingway envió a su amigo Gianfranco Ivancich la siguiente carta: (…) “Salí y encontré a “Willie” con sus patas derechas rotas: una en la cadera y la otra debajo de la rodilla... Un auto lo atropelló (o alguien le pegó con un palo). Había llegado hasta la casa caminando con las dos patas del mismo lado. Tenía una fractura múltiple. Tenía mucha tierra en la herida y sobresalían fragmentos de hueso. Sin embargo, “Willie” ronroneaba y parecía seguro de que yo podría solucionar el problema. René le llevó un tazón de leche y lo sostuvo, acariciándolo, mientras él la bebía. Y mientras “Willie” bebía su leche yo le disparé a la cabeza. No creo que haya sufrido. Tenía los nervios aplastados, así que en realidad sus patas no habían comenzado a dolerle aún. René quería dispararle por mí, pero yo no podía delegar esa responsabilidad o dejar abierta la posibilidad de que “Willie” se diera cuenta de que alguien lo estaba matando. He tenido que dispararle a gente, pero nunca a alguien que hubiera conocido y querido durante once años. Ni a nadie que ronroneara teniendo dos patas rotas”.

Holy crap! Me hizo llorar otra vez. Nomás que termine yo de escribir esta columneja, me voy a ir a escuchar una trenodia, no le hace que la palabra trenodia no exista en castellano. Me conformo con que en italiano y en portugués, signifique lo mismo que la palabra inglesa “threnody”: oda, cántico, himno o poema de luto en memoria de un difunto. El término se origina de la palabra griega θρηνῳδία (threnoidia), que a su vez viene de θρῆνος (Threnos, “el gemir”) y ᾠδή (oide, “Oda”). Así que, de Tín Marín escucharé la primer trenodia que recuerde. Ándele. Ahí tiene usted “Te recuerdo, Clifford”, un standard de jazz, que es precisamente una elegía instrumental compuesta por el saxofonista Benny Golson en memoria del trompetista Clifford Brown, quien murió en un accidente de coche a los 25 años.

Ahí está, con los extraordinarios Jazz Messengers: Lee Morgan, trompeta; Benny Golson, sax; Bobby Timmons, piano; Art Blakey, batería y Jymie Merritt, bajo: http://bit.ly/2cySedu.

Y abur.
 

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