LA MARAÑA CÓSMICA

Somos víctimas del miedo por carecer de un pensamiento crítico

Por Rolando Ísita Tornell*
lunes, 5 de febrero de 2018 · 00:00

Existe la percepción que México vive un momento lacerante, incierto, ambiguo. Entre sus calamidades está la percepción de la inseguridad, de una economía que cada uno resentimos adversa, aunque las élites y gobernantes la describan como boyante. Nos sentimos engañados, que nos mienten; que el medio ambiente ya no es como antes; que los servicios públicos son insufribles, sean administrados por servidores públicos o por empresas concesionadas; que los productos de la energía ya sean combustibles, electricidad, comunicaciones, son malos, caros e inconsistentes; que la educación pública y privada no enseña a nuestros hijos nada bueno, útil o prometedor; una producción artística banal, facilona, adocenada, y prácticamente inexistente.

A tales mortificaciones hay que agregar supercherías, charlatanerías, pseudociencias, negaciones y amenazas apocalípticas naturales y políticas; sin herramientas para enfrentarlas terminamos por creerlas y padecerlas, creándonos un vacío que llenamos con miedo y la incertidumbre. En 2012 se acabaría el mundo según predijeron mayas, que las vacunas son nocivas y venenosas; se predicen terremotos catastróficos asociados a llamaradas solares; asteroides devastadores muy cerca de la Tierra y, la más reciente: la Súper Luna sangrienta y premonitoria del 31 de enero.

La percepción no es la realidad, pero sí un reflejo de ella y es la que cuenta (pregúntenles a los gobernantes). Esa percepción suele ser inducida, aprovechando los prejuicios, los rumores, las creencias, fobias y supercherías y que no se corresponden con los hechos, no hay evidencias. Los medios de comunicación y las redes sociales, de buena o mala fe, son los vehículos de propagación. Pero la mayor responsabilidad es nuestra, padecemos de una incultura científica, carecemos de un pensamiento crítico como antídoto.

No es aprenderse las ecuaciones de Newton, la tabla periódica de los elementos o las especies de los reinos animal y vegetal. Ningún científico se tiene que saber tooodo lo de su disciplina. Lo que sí tiene -y no es de su exclusividad- es una manera de ver, pensar y explicar el fenómeno de su interés, ¡el que ustedes quieran!; observarlo desde todo ángulo posible sin que intervengan ideas preconcebidas, analiza qué lo causa; se plantea una explicación y -si puede- experimenta, mide, documenta; luego lo discute con sus “pares”, sus colegas, argumentan, ofrecen datos; si no es consistente la conclusión, revisa paso por paso, y luego publica, comunica su hallazgo con las pruebas.

¿Hacemos todo eso antes de creer, suponer, sospechar o difundir? Por esas cosas considero que la divulgación de la ciencia es tan relevante como la investigación científica misma. No para aprender ciencia, sino para disfrutarla, sorprenderse y aprender a pensar críticamente.

*Comunicación de la Ciencia UNAM-Ensenada.
 

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