DESDE LA BANQUETA

Nuestro futuro se vislumbra en el pasado absoluto

Por Sergio Garín Olache
jueves, 1 de marzo de 2018 · 00:00

La cabra tira al monte, y el ex comunista… al control estatal. Amigos muy estimados y cuyas ideas respeto y sigo, sostienen que la equidad en las campañas políticas debe regularse con muy estrictas medidas de Estado. Coincido con ellos en el postulado inicial: que vivimos setenta años de avasallante dominio del PRI debido a que tenía el control del gobierno y de todos los elementos del Estado. Así que no era un partido, sino el brazo del gobierno. Modificamos los mexicanos esa aberración y nos dimos un sistema de partidos, un organismo electoral independiente y elecciones bajo vigilancia de los mismos partidos contendientes y de los ciudadanos.

Pero se ha legislado hasta el nivel de contabilizar los segundos que serán destinados a cada partido en campaña. Tic, Tac, Tic Tac. Y aquí es donde asoma el viejo y conocido rabo del culto a los controles estatales. Así entre comerciantes como entre partidos, la equidad es labor del gobierno, nos dicen. Pero siempre que hemos tratado de imponer la equidad, hemos caído en una pendiente resbaladiza. A la equidad sobre-regulada en las campañas le ocurre como a la vieja fórmula para la equidad económica: si hay carestía se ordena control de precios, si lo evaden se expropia, si los expropiados huyen con sus capitales, se estatiza la banca. Es redescubrir al rancio PRI.

Llevada a las campañas esta vieja idea, bajo su nuevo disfraz, nos dice que urge la equidad entre los partidos contendientes (cierto, como urge la equidad entre las personas) y para eso el Estado debe vigilar que nadie tenga ventajas. De ahí que repartan los tiempos en radio y televisión de forma proporcional y, para conservar esa proporción, supuestamente equitativa, prohíban a los ciudadanos sin partido comprar tiempos para influir en las preferencias electorales.

Para garantizar el buen comportamiento, además prohíben a todos mencionar los defectos del oponente: si un candidato maquinó un fraude en su anterior puesto, no puede mencionarse el tema; las macrolimosnas, los fajos de dólares con ligas, la complicidad para encarcelar a un candidato opositor, la sublevación de Oaxaca y Guerrero, son temas prohibidos por la ley electoral y ahora por la Constitución.

Pero todos sabemos que la equidad es imposible: el partido pequeño recibe menos que el grande. Eso ya es injusto; pero al además negarle posibilidad de financiarse por sus propios medios, la búsqueda de equidad se vuelve contraproducente: la ley castiga la eficacia y premia a quien sólo estira la mano para pedir. Como los subsidios a la economía, el destino de los subsidios a los partidos es el despilfarro. No lo supongo, lo vemos y oímos todos a diario: desde que los anuncios no les cuestan, los partidos han abatido la calidad de su propaganda, en vez de invertir lo ahorrado en mejores campañas. Sería distinto si el minuto les costara y se gastarían más cerebro en sus spots.

Con afán de equidad, muy loable, la humanidad se topó con Stalin y Fidel Castro. Y apenas viene saliendo de la pesadilla. Ahora los partidos mexicanos se topan con que no pueden llamar “violento” al violento ni anteponer el título que deseen al amor de sus amores: presidente legítimo o alteza serenísima. No es culpa del INE, es de una ley ridícula pergeñada al calor del berrinche y la rabieta, añoranza de las viudas de la che con ciencia Uname que el INE sólo aplica. Y falta lo peor: que los infractores de esa ley vean canceladas sus “concesiones” en radio y TV, porque concesiones y no derechos son, y el gobierno es dueño hasta del campo electromagnético.

SCJN. Un gran aplauso merece la Suprema Corte de Justicia por cancelar en su momento el monstruoso cambalache de votos que las oligarquías de los partidos se habían otorgado alborozadas: si a alguno le faltaban votos para conservar su registro (es lo de menos) y su tajada presupuestal (es lo de más) sus secuaces podían “mocharse” con un fajo de votos para ayudar al menesteroso. Era indignante porque los ciudadanos votamos por un partido, no por cualquiera al que deseen regalar nuestra boleta cruzada.

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