CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

El profeta de amoniaco

Por Rael Salvador
viernes, 16 de marzo de 2018 · 00:00

Diseñador industrial, Gerardo Montiel Klint posee una historia de vida, de igual forma -o similar manera- que las fotografías guardan es sí mismas uno o varios relatos.

Como fotógrafo, sus portafolios alimentan colecciones de diversas galerías y museos: Japón, China, Dinamarca, Houston, San Francisco, Río de Janeiro, Hungría, España, Canadá, México…

Al establecer una sintaxis a través del paginado de imágenes, Montiel Klint potencializa una lectura que utiliza las fotografías como personajes o escenarios; de tal forma que, en un interlineado de objetivos, despliegues y pausas de vacío, desplaza lo que nos cuenta como el fantasma de un arcoíris químico.

¿Cuál es la historia de “Amoniaco”? ¿Qué noticias recibimos de este singular fotolibro?

En efecto, en él se recrea un desastre natural causado por un derrame de amoníaco, en Monterrey, Nuevo León, donde la industria “dejó de representar el progreso y comenzó a representar el peligro”, sobre todo en un mundo donde no hay pautas de orientación para fijar la subjetividad. Realidad y ficción, dos quimeras descritas en “Amoniaco”, y que nos llevan a considerar nuestro fuero terrestre entre lo salvaje y lo civilizado, para reconocer con John Gray que “sólo existe el animal humano, en guerra consigo mismo para siempre”.

Lo que realiza “Amoniaco”, lo hace con palabras Svetlana Alexiévich (Premio Nobel de Literatura 2015). Si la tragedia de Chernóbil cuenta desde la convención de la palabra, Montiel Klint lo alcanza desde la gramática de la imagen.

Los escenarios, las máquinas, el espectro químico del fantasma tóxico en los rostros sufrientes de los personajes pertenece a la narración de la rusa… Ya lo habíamos paladeado en Hiroshima y Nagasaki, más ahora tenemos diversos campos de acción, puntos de derrame y estallido, donde el desastre se presenta como el esteticismo constante de lo endemoniado.

La calavera, símbolo universal de peligro -imagen estribillo y pararrayos del color-, es el sarcófago óseo del cerebro, el casco interno -industrializado por la muerte- y, a la vez, la precursora de los desatinos del mismo hombre, causante de la naturaleza destrozada.

¿Será el ímpetu en el progreso solo y llanamente un enorme paso en el retroceso de la historia? No podríamos decirlo del todo, porque existen en la realidad elementos que nivelan de algún modo la balanza, y si no estabilizan una visión, por lo menos le ofrecen salvoconductos como el de la dignidad, la creación, la solidaridad y el arte, fragua donde la llamada del progreso topa con el presente de la imagen, la fotografía reveladora.

Si la base del proyecto de Montiel Klint consistió en trabajar desde el concepto de las derivaciones del amoníaco -olor, usos, herramientas, motores, depósitos, etcétera- y, por supuesto, desde el efecto, como lo es el diseño editorial, que no escatima el uso de tintas fluorescentes y papel especial, y tampoco se ahorra en recursos y talento, ya que el trabajo de diseño que ha realizado José Luis Lugo es uno de los más logrados en el mundo del fotolibro y en el maridaje con un fotógrafo.

raelart@hotmail.com

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