LA BRÚJULA

Antes que nada...

Por Heberto Peterson Legrand
lunes, 19 de marzo de 2018 · 00:00

Hoy es muy frecuente escuchar a través de los medios de información o en discursos algunas frases que no nos dicen nada.

Recuerdo que escuché hace un par de años a un Rector de una universidad quien al iniciar su discurso dijo: Antes que nada… y entró en materia.

La dama que da la información en Televisa sobre el estado del tiempo o el clima, siempre empieza diciendo: primero que nada.

El hecho es que no puede haber algo antes que nada, ni tampoco primero que nada. Yo creo que son frases irreflexivas, que se dicen sin percatarse de su contenido.

Es impresionante cómo algunos nos comunicamos o intentamos comunicarnos echando a perder el lenguaje. Lo que pasa es que de manera inconsciente somos repetidores de muchas frases hechas que parecen ser aceptadas por la generalidad de las personas, sin embargo, están mal aplicadas.

No faltará quien diga: lo importante es que me entiendan, que yo me dé a entender y lejos de preocuparles el ir puliendo su comunicación a través de expresiones más propias usan las que ya se han ido posesionando.

Pasa el tiempo y se va hablando con menos propiedad y hay palabras que para unos significan X y para otros Z, y así es difícil llegar a entenderse e incluso a estar de acuerdo sobre determinado tema que se discute, porque lo que se necesita previamente es el ponerse de acuerdo en los significados para poder llegar a resultados positivos.

Hoy en día es lamentable la pobreza de lenguaje de muchos “estudiantes”, su vocabulario es muy limitado y ello es resultado del hecho de que no leen y además no están acostumbrados a escribir.

Recuerdo cuando di clases y varios, por no decir la mayoría de los estudiantes, ignoraban el significado de muchas palabras y me vi en la necesidad de dejarles de tarea para que buscaran el significado de las mismas. Resulta que cuando les pedí la tarea me la entregaron, la puse sobre el escritorio y acto seguido comencé a preguntarles el significado y, para sorpresa mía, la mayoría ignoraba los significados aún cuando habían copiado directamente del diccionario sus definiciones. Los estudiantes a que me refiero eran de universidad.

También en clase los ponía a leer y era doloroso el constatar que muchos no sabían leer y ello reflejaba que no tenían el hábito de la lectura: no sabían distinguir una coma de un punto y seguido o de un punto y aparte, yo cuando escribo de prisa y no reviso incurro en esos errores… además de otros.

Sobre la letra qué puedo decir. Había por excepción quienes escribían con buena letra, pero la mayoría con una letra pésima que me ponían a sufrir en el momento de calificar, este hecho influye en el ánimo de un maestro, sin embargo, tiene uno que mantener el buen tono porque parte de nuestra misión es sacarlos adelante.

Los medios de información deben tomar conciencia de que también son agentes educadores y deben cuidar de que sus comunicadores hagan uso del lenguaje con propiedad pues ello puede incidir positivamente en quienes los escuchan.

Lo mismo debería suceder en la propaganda y la publicidad que muchas veces contribuye a destrozar el lenguaje. Un negocio se anuncia diciendo que está frente a “las tres cabezas” en lugar de decir frente a la Plaza de la Patria. También escuché hace tiempo a un profesor referirse a la misma plaza como la de las tres cabezas, pues así cómo.

Para rescatar el buen uso de nuestro idioma, sólo se podrá hacer cuando las instituciones educativas, los medios informativos y todos aquellos que tienen un determinado campo donde inciden a través del lenguaje se pongan como tarea el cuidar del uso adecuado.

El hablar bien se logra cuando en el hogar nos preocupamos por elevar la calidad de la comunicación; cuando las instituciones educativas siguen con la tarea de formar buenos hábitos en el decir y escribir.

Eliminemos el: Antes que nada y el primeramente que nada, etcétera...
 

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