CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

El tiburón y la gaviota

Por Rael Salvador
viernes, 2 de marzo de 2018 · 00:00

Para hacer temblar el XX, siglo de plumas, Matisse declaró: “Si un escritor necesita un artista para explicar lo que ha dicho, es que el escritor es insuficiente”.

¿Ilustrar un texto significa completarlo? No.
René Char, íntimo de Albert Camus y del editor Michel Gallimard (fallecidos ambos en el accidente del Facel-Vega en 1960), escribe un poema que lleva como título “El tiburón y la gaviota”, donde aparecen justificadamente como personajes; mientras, al otro extremo de París, el maestro Matisse firma un dibujo titulado “El tiburón y la gaviota”.

El poema guarda el fulgor nostálgico de Char y tal es su sonoridad que se lee como se contempla una marina: “Veo por fin la mar en su triple armonía, la mar que corta con su creciente la dinastía de los dolores absurdos, la gran pajarera salvaje, la mar crédula como una enredadera. (…) Así, hay solamente un día puro en todo el año, un día que excava su galería maravillosa en la espuma marina, un día que se nos sube a los ojos para coronar el mediodía. Ayer la nobleza estaba desierta, la rama alejada de sus brotes. El tiburón y la gaviota no se comunicaban”.

En la comunicación epistolar de 1946, el viejo Matisse agradece tal consideración hacia su reciente bestiario, ya que Char le hace de su conocimiento que el poema y el dibujo se acompañarán en la misma edición, a lo cual el pintor responde: “Su carta ha sido muy agradable, con su bello poema. ¿Ha visto usted un dibujo que envié a Maeght para el Pierre à Feu que me han encargado, y para el cual ha tenido usted la gentileza de escribir el poema? Represento una especie de danza del tiburón y la gaviota…”

El poema en prosa de René Char no es un pedido de acompañamiento, ni un homenaje al desliz manual del autor de los “Desnudos azules” y, mucho menos, el poeta conoce la viñeta de Matisse enviada a Maeght Éditeur, sino que es el resultado de una cordial sincronía, una fortuna de esas que nos gusta considerar como copias, plagios o robos de ideas, seguido por demandas de autor y desgarramientos en redes sociales, desechando el recurso de las variaciones sobre un mismo tema.

“El poema El tiburón y la gaviota -insiste Matisse, y yo con él- que me ha remitido me interesa mucho. ¿Sabía usted que he enviado a Maeght, para Pierre à Feu en el que ha tenido usted la amabilidad de contribuir con un poema en mi honor, un dibujo en el que el tiburón sale del agua y la gaviota desciende hasta él, dibujando una figura de ballet, por encima de las olas? Habría preferido, sin embargo, que usted no hubiera tenido la ocasión de verlo”.

A veces no sabemos por qué y para qué alegamos.
Char y Matisse descubrieron de manera simultánea, por separado, la temática similar; incluso, el mismo título: “El tiburón y la gaviota”. A partir de la dicha del acontecimiento, el pintor volcará su obra a beneficio del poeta, ilustrando con acuarelas, litografías y aguafuertes sus poemarios e intervenciones en revistas de la época, amabilidad que años después (1971) celebraría la editorial Maegh en la exposición “René Char”.

“Haz que todo supuesto fin sea una nueva inocencia”, remata el bardo en el poema citado, agradeciendo de antemano la coincidencia, para que el pintor aventure en su bondad epistolar: “Espero que disfrute de la primavera con toda la alegría de la que es capaz”.

Que viniendo de quien realizó La danza, a propósito de La consagración de la primavera, nos es poca cosa.

raelart@hotmai.com

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