Ensoñaciones

Duermo y en mis sueños las historias se repiten dolorosas, hablo conmigo misma y descubro la hondura de muchas de mis aflicciones pasadas.

La noche cobija los temores de volver a vivir miedos y sinsabores que ni siquiera recuerdo en la vigilia.

Vago de recuerdo en recuerdo mientras duermo, no elijo, llegan apresuradas las escenas de una despedida. Vivo otra vez el bullicio de un carro del tren mientras lo abordan familias y vendedores. Entre todos los rostros uno queda grabado para siempre, entre lágrimas solas y angustia en el pecho se graba sin saberlo, irremediable.

Las amigas de antaño, las que nunca volví a ver, aparecen radiantes, con la edad de aquellos tiempos, sonrientes amorosas, las extraño.

Despierto a medio sueño, confundo el tiempo y el lugar por segundos, desconozco mi cuarto, no estoy sola, es un alivio.

Regreso al sueño, continúa la historia subconsciente, la familia joven, mis hermanos en un día común.

A veces el insomnio me libera de sueños infelices.

Recurro a la lectura, avanzo en mi novela, no leo poesía de noche porque siempre me mueve a la escritura, me quedo con historias, con relatos.

Surge de pronto una idea para desarrollarla por la mañana en mi hora de trabajo, la anoto completa y la dejo dormir sobre mi mesa de noche junto a fotos de mis nietos, dos aretes, mis pastillas y un vaso de agua.

De pronto tengo hambre, no quiero levantarme, no es recomendable, debo volver al sueño que repare.

Sigo leyendo, ya no puedo concentrarme en la historia, cambio de libro, pero debo comer.

Voy a la cocina, bebo leche fría y una galleta.
Son las 3.40, recuerdo un verso, lo escribo, mañana lo busco, no sé de bien de quien sea, tal vez es mío.

Duermo intranquila, sucede siempre.
Por la mañana, miro en mi mesa anotaciones en mi cuadernito, lo leo, no lo entiendo:

“el jardinero español, puede ser el asesino,
La luna besa la orilla de la noche,
Leche con plátano (tachado) o galleta,
Martin Amis escribe bien”.