DESDE HOLANDA

Cuentos del siglo 21

Por Dianeth Pérez Arreola
miércoles, 28 de marzo de 2018 · 00:00

Cuando yo era niña, mi mamá me regaló dos colecciones de libros de Disney; unos 40 cuentos que leí el mismo día que llegaron a la casa. Treinta años después, me traje esos libros a Holanda para inculcarles a mis hijas el amor por la lectura y por el español.

Leyéndolos a la hora de dormir, caí en cuenta que dichas historias requieren de varias actualizaciones, y tras mencionar las más obvias, animo a mis niñas a que encuentren “inconsistencias”. Aquí unos ejemplos.

Al romper el hechizo de la Bella Durmiente, el rey dice al príncipe: “Pide lo que desees”, a lo que éste responde: “Desearía casarme con la princesa”. ¿Qué está mal en este cuento? Pregunto a mis hijas tan seguido y tan dramáticamente como seguramente cuestionaba la malvada reina al espejo mágico en Blanca Nieves. Que nadie le preguntó a la Bella Durmiente su opinión, me contestan a coro. Su papá va a decir que sí se case con ella y no es su vida, dice indignada mi hija de nueve años. ¿Qué tal que no se quiere casar nunca?, pregunta la menor, de seis años. Yo sonrío satisfecha; el espejo me ha dado la respuesta que esperaba.

En el cuento de Blanca Nieves, el príncipe rompe el hechizo y se la lleva a su castillo, donde poco después celebran sus nupcias. Al terminar de leerles el cuento, hago la pregunta de rigor, y no pueden encontrar una respuesta. “Pues que si el papá de Blanca Nieves ya había fallecido, y la madrastra tratando de escapar se murió, ella es la legítima heredera del reino, por lo cual su deber es reclamar el trono que le corresponde e ir a responderle a su pueblo gobernando con sabiduría”, explico con vehemencia, pues las mujeres también son reinas y su objetivo no debe ser casarse con el príncipe; Blanca Nieves se va con el primer hombre que conoce y no le importa su responsabilidad.

En Aladino y la lámpara maravillosa, el protagonista usa los deseos concedidos por el genio de la lámpara para aparecerse en el palacio del sultán, vestido como un príncipe para visitar a la princesa. Al final se casan y el cuento termina con la frase “Puesto que Aladino ya era rico, importante y feliz, ya no necesitó más al genio”. Alí Babá engañó al sultán y a la princesa porque no les dijo que no era un príncipe, señala una. No es importante ser rico ni importante, solo feliz, contesta la otra. ¡Muy bien! Digo yo.

Pero no todo son casos perdidos: La sopa de botón y El traje nuevo del rey son los dos cuentos que más se leen de mi vieja colección de libros. Historias con moraleja y un final feliz que no termina en boda. Hemos pasado con gusto a los cuentos para niñas rebeldes; historias inspiradoras y admirables lejos de princesas sumisas y débiles. Al leer crecemos, imaginamos, aprendemos y cuestionamos. La persona que le hereda o les inculca el amor por la lectura a sus hijos, ya les ha regalado la mitad del mundo.

...

Comentarios