DE NIÑOS Y OTROS ENREDOS

Sordera o hipoacusia

Por Dr. Enrique Sicardi Aragón*
jueves, 17 de mayo de 2018 · 00:00

La sordera es la dificultad o la imposibilidad de usar en forma eficiente el sentido del oído, pudiendo ser una pérdida parcial (hipoacusia) o total (cofosis), unilateral o bilateral y puede deberse a causas genéticas (hereditario), complicaciones en el parto (trauma obstétrico), infecciones crónicas del oído y otras de vías aéreas superiores, el empleo de determinados fármacos, la exposición al ruido excesivo y el envejecimiento.

Entre más temprano es el daño, las consecuencias serán mayores, ya que si esto ocurre antes de que se inicie la adquisición del lenguaje oral, este se verá interrumpido al no saber el menor qué pronunciar, puesto que no escucha y el resultado será mudez, por lo tanto tendremos un menor sordo y mudo.

Como causa congénita se sabe que es la anormalidad más común en el recién nacido y ocurre en 3 de cada 1000 nacidos vivos y 20% de estos tienen pérdida profunda de la audición, mientras que la OMS calcula que para el 2050, más de 900 millones de personas (uno de cada diez) sufrirá una pérdida de audición discapacitante, lo que quiere decir que entre el 60 y 90% de todos los casos de hipoacusia o sordera, pueden ser prevenibles.

1100 millones de jóvenes (entre 12 y 35 años de edad) están en riesgo de padecer pérdida de audición por su exposición al ruido en contextos recreativos como el uso de audífonos o condiciones ambientales con sonido de muy altos decibeles (antros, auto, casa, etcétera), situaciones muy frecuentes entre los jóvenes de hoy.

La situación de las personas que padecen pérdida de audición mejora gracias a la detección temprana, a la utilización de audífonos, implantes cocleares y otros dispositivos de ayuda, son por lo que debemos enfocarnos en aquellos que nacen con un defecto auditivo ya que la audición es esencial para hablar normalmente, conocer el lenguaje y para un óptimo desarrollo.

Se ha demostrado que los niños cuya sordera es identificada y reciben una apropiada intervención antes de los seis meses de edad, el daño pudiera ser mínimo o inaparente, comparado con aquellos a los cuales se les identifica y trata en forma más tardía.

Idealmente se debería realizar una muy sencilla prueba diagnóstica a todos los recién nacidos antes de externarlos del hospital o durante el primer mes de vida. No es nada raro que cuando se hace en el primer o segundo día de nacido, se obtenga un mal resultado, en tal caso se recurrirá a un segundo estudio una semana después y si este continúa mostrando anormalidad, se recurrirá a un estudio especializado llamado Potenciales Evocados Auditivos, el cual, de mostrar anormalidad, confirma la pérdida auditiva, uni o bilateral y se podrán tomar las medidas de manejo oportuno.

Si su hijo no tuvo la oportunidad de recibir ese primer básico estudio auditivo, no se me angustie ya que dicho estudio es relativamente nuevo y desde tiempos inmemorables hemos sabido sospechar qué niño puede tener una pérdida auditiva.

El Recién Nacido llora y reacciona a ruidos intensos. Entre los 2 a 3 meses de edad sonríe en correspondencia a estímulos visuales y auditivos al reconocer la voz de familiares y en respuesta produce sonidos guturales. Entre los 4 a 6 meses de edad, gira la cabeza al punto de origen del sonido, hace sonidos que pueden simular palabras y sonríe al repetirle los ruidos emitidos por él. Posterior a esta edad el niño pondrá atención al oírnos hablar y podrá articular mono o disilabos, así mismo responderá a la música u otros estímulos sonoros.

El estudio auditivo del Recién Nacido es un recurso valioso, pero más valioso aún es la adecuada observación del menor, y mejor aún, los estímulos constantes, frecuentes y positivos. Hay niños que pueden no escuchar porque no los estimulan o porque no es grato lo que pueden llegar a escuchar.

* Médico Pediatra. Represente APROLAM en Baja California

sicardi53@gmail.com

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