OPCIONES

Como Diamantes

Por Blanca Esthela Treviño de Jáuregui
sábado, 11 de agosto de 2018 · 00:00

Cuentan que una vez en la calle un grupo de personas en torno a un perro muerto que tenía atada al cuello la cuerda que había servido para arrastrarle por el lodo, comentaba: “Jamás había visto cosa más vil y más repugnante.” “Ese animal putrefacto emponzoña el aire.” “Estorbará la vía por mucho tiempo.” “Sus orejas son asquerosas… están llenas de sangre.” “Deben haberlo ahorcado por ladrón.” Luego se acercó un hombre y dirigió una mirada de compasión al animal y dijo: “Sus dientes son más blancos y hermosos que las perlas.”

¿Quién puede encontrar de qué condolerse y hasta algo qué alabar en un perro muerto? Seguramente alguien que haya puesto en práctica por tanto tiempo la Teoría del Efecto de Pigmalión, que actúa en todo momento de acuerdo a esta filosofía.

El Efecto de Pigmalión es un término acuñado por los psicólogos cuyo principio se ha aplicado a técnicas de desarrollo humano con magníficos resultados, tanto en las grandes corporaciones como en la industria. En el mundo de los negocios cada vez más ejecutivos adoptan esta filosofía para desarrollar al personal. ¿En qué consiste el llamado Efecto de Pigmalión y cómo podemos aplicarlo a la familia y a la ciudadanía?

Los psicólogos tomaron el término de la Filosofía Griega: Pigmalión esculpió la estatua de una bellísima mujer. Era tan perfecta que sólo le faltaba hablar. Al escultor no le importó que fuera de marfil; sólo contemplaba su belleza. Y se enamoró de ella. Tenía tanta fe en que su estatua cobraría vida que la diosa Venus se compadeció de él y convirtió la magnífica estatua en mujer, a quien llamó Galatea, quien después contrajo nupcias con Pigmalión.

En toda relación humana puede funcionar éste principio. El creer en otra persona es una especie de caricia psicológica. Si Pigmalión tenía fe en que la estatua un día hablaría, entonces líderes espirituales, políticos, ejecutivos, padres de familia, maestros, profesionistas, y ciudadanos mayores, deberán confiar en las habilidades y talentos que sus dependientes y subordinados pueden desarrollar; confiar tanto, que sean capaces de ver más allá de sus limitaciones presentes e imaginen sus posibilidades. Tiene tal fuerza esta actitud y son tan potentes sus ondas que disuelven la resistencia, inseguridad, falta de compromiso y, de paso el acostumbrado ‘me vale’.

¿Sueños guajiros? No. Todas las personas son valiosas aunque estén cubiertas de polvo. El Efecto de Pigmalión consiste en diseñar técnicas que ‘desempolven’ los valores de las personas para que éstas brillen como diamantes. Médicos, científicos en comportamiento y, más recientemente, maestros, afirman que es necesario tener también una confianza desmedida en sí mismos, y en la propia habilidad para desarrollar el talento de otros. Algo ocurre en la mente de la persona en que se da el efecto de Pigmalión: piensa que posee la facultad de comunicar y motivar a otras personas a utilizar sus potencialidades. Cuando lo logra, es increíble la respuesta y el vínculo que se establece entre el que descubre los talentos y el que recibe la confianza y el ambiente propicio para su desarrollo.

La poderosa fuerza de las expectativas -el depositar la fe y la confianza en otra persona y manifestarla a través de caricias psicológicas- da como resultado un fenómeno mediante el cual “la profecía causa su propio cumplimiento”. Cuando las expectativas son bajas -las limitaciones son las que cobran importancia y no las cualidades- se impide el desarrollo integral de la persona y la condiciona al fracaso: “no sirves para nada” (Teoría de Frankestein). Como medio de aprendizaje el elogio y el reconocimiento merecido son superiores a cualquier castigo. El éxito genera éxito; el fracaso genera fracaso. Las sanciones producen frustraciones, pesimismo y decaimiento. El temor es mal mensajero porque promueve pasividad, cierra la puerta a ideas e iniciativas, y es fuente de inseguridad, insatisfacción y conflicto.

Cuando se logra penetrar las capas más profundas de la mente y del corazón del ser humano se tocan las fibras de la responsabilidad y del compromiso. Un compromiso que parte de dentro hacia fuera, que no es impuesto, sino anhelado: la decisión de la persona a consagrarse en forma duradera a una causa, a un ideal, a su familia, y a su comunidad. Claro está que las personas pueden alcanzar el pleno desarrollo de sus facultades sin el amor y el estímulo de nadie. Pero son pocas...Y en nuestra patria somos muchos, y necesitamos el desarrollo integral de millones de personas. Y traemos prisa.

betrevino@prodigy.net.mx

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