DÍA DEL SEÑOR

XIX Domingo Tiempo Ordinario Ciclo B

Por Padre Carlos Poma
sábado, 11 de agosto de 2018 · 00:00

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que Yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida” (Jn 6, 41-51)

En el evangelio de hoy, después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, muchas personas comenzaron a buscar a Jesús con más interés y a hacerle preguntas sobre lo que Dios quería de ellos, pero siempre requerían de un signo, como si no fueran suficientes los milagros que iba realizando por donde pasaba.

Los judíos juzgan a Jesús sólo por las apariencias. Era inconcebible aceptar que el hijo de un humilde carpintero, de un humilde pueblo, viniera alguien a decirles que había bajado del cielo. Esto fue un gran escándalo, las murmuraciones que hicieron los que oyeron a Jesús hablar de ese “pan”: “¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que nos dice ahora que ha bajado del Cielo?”.

La gente no puede seguir escuchando algo tan escandaloso sin reaccionar. Conocen a su familia. ¿Cómo puede decir que viene de Dios? A nadie puede sorprender su reacción. ¿Es razonable creer en Jesucristo?

Jesús les advierte de algo muy importante: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. La atracción hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que lo ha enviado al mundo despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias.

Los judíos al no tener fe, ni tampoco la confianza que la fe genera, tenían que escandalizarse. No confiaron en la palabra de Jesús y enseguida se pusieron a revisar su origen. Y, confiando en sus propios razonamientos, concluyeron que Jesús no podía haber venido del Cielo.

A veces nosotros también confiamos más en nuestros razonamientos que en las cosas “inadmisibles”, que sólo se entienden y se aceptan en fe. Como la Eucaristía, ese “Pan” bajado del Cielo. Pero para creer hace falta la fe. Cierto que la fe es un don, como nos dice el mismo Jesús en este Evangelio: “Nadie puede venir a Mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Pero la fe también es una respuesta a ese don de Dios: “Todo aquel que escucha al Padre y aprende de Él, se acerca a Mí”.

Y cuando el alma se entrega de veras a Dios y a Su Voluntad, Cristo en la Comunión realiza cosas maravillosas, pues es Dios mismo, Quien viene al alma con su Divinidad, su Amor, su fortaleza, todas sus riquezas, para ser su luz, su camino, su verdad, su sabiduría, su redención.

En cada una de sus palabras y de sus obras, Jesús se da y se comunica a todos los que creen en él y éstos reciben a Jesús y no sólo las palabras de Jesús. El “pan de vida”, el que “ha bajado del cielo”, es la misma realidad de Jesús, su propia carne y una carne que se entrega para la vida del mundo.

Comulgar es recibir el cuerpo de Cristo “que se entrega por la vida del mundo”; por lo tanto, es incorporarse personalmente a Cristo y enrolarse en su misión salvadora y en su sacrificio. El que recibe el Cuerpo de Cristo, debe saber que, Comulgar no es sólo comer, es creer, y esto significa comprometerse.

Que la presencia real de Cristo en la Eucaristía, los bendiga hoy, proteja y acompañe siempre.

cpomah@yahoo.com

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