DÍA DEL SEÑOR

XX Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B

Por Padre Carlos Poma Henestrosa
sábado, 18 de agosto de 2018 · 00:00

“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”. (Jn 6, 51-58)

En este domingo, San Juan continúa el diálogo de Jesús con los que le pidieron de “ese pan” que quien lo comiera no volvería a tener hambre, pero, mientras Él les daba más explicaciones, ellos más se escandalizaban, y se resisten a creer en el Señor que repite una y otra vez que su Carne es verdadera comida y su Sangre verdadera bebida. Pero los israelitas no entendían lo que Jesús estaba diciendo, pues no tenían fe en él, a pesar del milagro que acababa de realizar ante ellos.

Cristo habla de sí mismo y quiere darse como alimento y bebida, ahí el escándalo, porque se les hacía inaceptable que pudiera darles su cuerpo como alimento, y todavía más su sangre como bebida.

Se trata de una comida espiritual que alimenta la fe. Un alimento que es fuente de felicidad y de vida eterna. Una Comida que no es puramente simbólica, porque realiza lo que significa, absolutamente real, aunque no sea física ni científicamente demostrable, porque se lleva a cabo en el nivel de la fe.

En un mundo como el nuestro tan escéptico ante todo lo que no se pueda demostrar por la razón o la ciencia, este lenguaje puede resultar extraño e incluso desfasado. Pero se trata de rescatar su significado más profundo para nosotros: la maravillosa ocurrencia de Dios de quedarse entre nosotros a través de dos signos tan universales: el pan y el vino. Dios no es un ser alejado de nuestra vida, sino encarnado en nuestra historia. Dios no se desentiende de nuestros dolores, hambres, sufrimientos, sino que se abaja para compartirlos con nosotros.

Hay también otras hambres en el ser humano que sólo Dios puede saciar: el hambre de amor, de sentido, de esperanza. Y esto sirve ahora más que nunca en estos tiempos de profunda crisis que estamos viviendo en el mundo, en que ciertas valoraciones de la realidad se han tambaleado fuertemente. Se creía que el dinero, el materialismo, las cosas, el bienestar, iban a dar automáticamente la felicidad y para siempre. Pero no ha sido así. Se han derrumbado una vez más los mitos de una sociedad sin problemas y en progreso ilimitado.

Si Dios se hizo Pan para nosotros, nosotros debemos ser también Pan para que quienes nos necesitan y debemos poner todos nuestros esfuerzos en la construcción de un mundo donde nadie pase hambre y donde todos vivamos en igualdad y dignidad.

Que la participación en la eucaristía de este día nos transforme en Cristo y nos dé su propia vida, la vida recibida del Padre. Esta vida es, ante todo, amor, relación personal con Dios y con los demás, relación que nos lleva a salir de nosotros mismos, para abrirnos a la verdadera vida sin límites.

Que la presencia real de Cristo en la Eucaristía, los bendiga hoy, proteja y acompañe siempre.

cpomah@yahoo.com

...

Comentarios