PROYECTOVINO

“¿Cómo le ponemos al niño?”

Por Araceli Velázquez Córdoba
jueves, 30 de agosto de 2018 · 00:00

Seleccionar un buen nombre es uno de los procesos de mayor importancia para el lanzamiento de un nuevo vino. Necesita ser atractivo, fácil de recordar, pero sobre todo que comunique lo que significa para el productor o lo que quiere transmitir.

Las historias atrás de cada vino es de las cosas que más me gustan de esta industria. Muchos nombres de vinos son un homenaje para seres queridos o personas importantes en la creación del mismo, para la zona donde se elaboran, fechas conmemorativas, etc. Y aunque algunos no necesitan mayor explicación, entendemos el completo significado o concepto hasta que nos lo cuentan las personas que lo crearon.

Recuerdo que la primera vez que vi el vino “Resilencia”. El nombre por sí mismo no me dijo nada porque desconocía el significado de la palabra. Pero cuando visité la hermosa vinícola Clos de Tres Cantos y recibí de sus propietarios María Benítez y Joaquín Moya la explicación, todo cobró sentido. Según la Real Academia de la Lengua Española, La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. Este matrimonio ha podido englobar con meticuloso cuidado todo un concepto filosófico alrededor del vino. Desde la espectacular vinícola, impecable diseño de Alejandro D’Acosta, hasta el nombre de cada uno de sus vinos. “Noesis”, “Duda”, “Tu mismo”, “El Otro” o “Nada” (una de las etiquetas para mi gusto mejor logradas y como diseñadora es otro tema que me apasiona y pronto tocaremos) son nombres que tienen un concepto detrás y que si tienen oportunidad de visitar su vinícola y recibir la explicación de parte de María y Joaquín, no se van a arrepentir.

No es presunción, pero por trabajo o azares del destino, es común que conozca o conviva con dueños de vinícolas, productores o enólogos y siempre quedo encantada cuando me platican todas estas historias. Es como conocer el vino desde dentro.

Me siento muy afortunada que recientemente me hayan invitado a colaborar en el lanzamiento de un nuevo vino. Lo que me ha permitido aprender mucho de los procesos, desde la elección de nombres, concepto, imagen, diseño de etiquetas, difusión, hasta su comercialización. Esto ha provocado que crezca todavía más mi respeto y admiración para todos los productores, sin importar su tamaño, por la labor titánica que realizan. Este vino es un caso muy diferente a lo que yo estaba “acostumbrada” porque casi siempre la historia es que de generación en generación se transmite el amor a esta industria, de abuelos a padres y de ellos a sus hijos. Conocí a Octavio a través de un grupo de amantes del vino. Me llama mucho la atención cómo hay personalidades tan magnéticas y divertidas que brillan dentro de grupos de más de 15 mil miembros. Un muy honesto y leal amante del vino mexicano que lanzó hace menos de un mes su primera etiqueta, Nahual. Un vino, como su nombre lo dice, con un concepto único. Del Valle de Guadalupe, elaborado por las maravillosas manos de Cruz Macías, como homenaje tanto a la tierra, a las etnias y a los trabajadores mexicanos. Ensamble de Cabernet Sauvignon, Tempranillo y Zinfandel. Con 11 meses de barrica, muy equilibrado, con un sabor delicioso, un color impresionante y un abanico de aromas fantástico que se descubre desde que se descorcha. Nahual es un vino fuerte, de carácter, ambicioso y potente, así como somos los mexicanos a la hora de crear algo. Una primer cosecha que ofrece 4 diferentes versiones de etiqueta, para que cada quien identifique el Nahual que todos llevamos dentro. Un vino que llegó para quedarse.

Me imagino que debe ser tan difícil para un productor elegir el nombre de sus vinos, como para los padres el de sus hijos. Porque tarde o temprano tendrán que explicar y responder cuando les pregunten: “¿Por qué me pusiste este nombre?”

aracelivelazquez@proyectovino.com.mx
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