BENCHMARK

La excusa de “la austeridad”

Por Jorge A. Meléndez
martes, 11 de septiembre de 2018 · 00:00

“Habrá una sola oficina de comunicación, una de defensa de derechos humanos, una oficialía para compras y licitaciones, una para control de gasto. Esta es la austeridad republicana: no habrá duplicidades”.

Así presumió orgulloso Andrés Manuel hace unos días otra de las características de su plan de reducción de costos: eliminar capas organizacionales y consolidar funciones en pocas personas.

Parece proponer lo que se conoce como una “estructura plana”, que es aquella se eliminan gerentes y donde la alta administración está más en contacto con la primera línea.

Un concepto que ha ganado adeptos en la era de la disrupción al haber sido adoptado por empresas exitosas como Zappos. Y cómo no iban a llamar la atención, si en principio reduce costos y pone a los jefes más cerca de los problemas (y oportunidades) operativas.

Sin embargo, una estructura plana es muy difícil de implementar, sobre todo en organizaciones grandes o que crecen rápidamente. Curiosamente, uno de los requisitos básicos para que opere bien es la descentralización de la autoridad. Y es natural: sin capas de jefes que ayuden a decidir, los empleados tienen que poder hacerlo.

Ahí ya empezó mal AMLO, pues su centralización de funciones va totalmente en contra de este precepto básico. Uno de los grandes riesgos de una organización plana centralizada es que se generen enormes cuellos de botella que provoquen parálisis.

Richard Lindenmuth, un CEO experto en el tema, reseña en la revista Inc. otros 8 problemas frecuentes de las estructuras planas:
1.- Los trabajos que nadie quiere se quedan sin hacer.
2.- Es difícil tomar decisiones ante dudas o diferencias.
3.- Se batalla para fijar estándares operativos.
4.- La estructura no funciona bien cuando la empresa crece.
5.- Es difícil corregir problemas de desempeño.
6.- Nadie realiza las preguntas difíciles.
7.- Se forman grupitos para lograr objetivos (o grillar).
8.- Se crean jerarquías informales (y sin control).
Oro molido, quizá alguno de estos conceptos le sea útil.

¿Qué debería hacer entonces López Obrador antes de moverle a la estructura así nada más? Primero, recordar los 3 pilares de los programas de costos exitosos:
I.- No afectan productos o satisfacción de los clientes.
II.- Cortan grasa y no músculo.
III.- Parten de un entendimiento real de los procesos.

Y segundo, tomar en cuenta algunos principios básicos para el diseño de estructuras organizacionales. Por ejemplo, estos 10 consejos enlistados en un gran artículo de la revista “Strategy + Business”:
a).- Declarar una amnistía con el pasado. Evaluar fríamente lo bueno e identificar lo malo.
b).- Considerar el DNA organizacional. Por ejemplo: normas, procesos de toma de decisiones, incentivos, compromisos, métricas, cultura y valores.
c).- La estructura va al final. Los problemas de negocio no se arreglarán cambiando la estructura. ¡OJO Andrés!
d).- Aprovechar al talento existente. Sobre todo el de directivos, pues son clave en cualquier transformación. ¡Doble OJO, Andrés!
e).- Enfocarse en cosas que se puedan controlar. Sobre todo en las barreras al buen desempeño.
f).- Promover rendición de cuentas y responsabilidad. En todas las áreas, pero sobre todo en las operativas.
g).- Cuidado con “los modelos adecuados”. Las mejores prácticas son una guía, pero hay que adecuarlas.
h).- Ajustar roles y puestos al propósito organizacional.
i).- OJO con los aspectos informales. Si no se toman en cuenta pueden enterrar a la mejor estructura.
j).- Construir sobre fortalezas. Nunca todo es malo. Hay que identificar, aprovechar y potencializar lo positivo.

Saque de nuevo la libreta. Seguro le sirve alguno. Y ojalá también lo reflexionen los nuevos altos directivos que guiarán el futuro de México.

Es muy difícil oponerse a la austeridad republicana en una estructura gubernamental que es claramente obesa, dispendiosa y corrupta.

Y sin embargo, cambiar estructuras complejas al “ahí se va” puede generar ahorros que terminen costando muy caros en desempeño. O peor aún, que pueden ser efímeros. Ojalá no sea así con ya sabe quién.

En pocas palabras.
“La falta de realismo hoy costará la credibilidad de mañana”.
James Clear, autor estadounidense.

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