DÍA DEL SEÑOR

II Domingo Tiempo Ordinario Ciclo “C”

Por Padre Carlos Poma Henestrosa
sábado, 19 de enero de 2019 · 00:00

“En Caná de Galilea hizo Jesús el primero de sus signos con el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él”
Jn 2, 1-11


El Evangelio de este día, nos habla cómo Jesús en una ocasión estuvo presente en unas bodas compartiendo el gozo y la alegría de los novios. La grandeza y divinidad de Jesús no le impedía estar cerca de las cosas pequeñas de la vida humana de cada día.

Esta actitud sería luego criticada por sus enemigos, le llamarían comilón y bebedor simplemente porque participaba en fiestas y celebraciones de sus amigos. De este modo el Señor santificó con su presencia divina ese acontecimiento crucial en la vida del hombre, bendice la unión entre marido y mujer hasta hacer de ella el gran sacramento, el símbolo vivo de su propia unión con la Iglesia, la esposa de Cristo sin defecto ni mancha.

Con este milagro, realizado gracias a la intervención de María, aquí está la ternura de su corazón materno, el desvelo por las necesidades de sus hijos; y por otra parte aparece su poder de intercesión ante su divino Hijo, que se siente incapaz de no atender la súplica de su Madre santísima.

María es la primera que se da cuenta de la falta de vino y es la primera que intercede ante Jesús. En el camino del cristiano la Virgen está siempre atenta a nuestras carencias y necesidades, fijándose en nuestras cosas para presentarlas ante el Señor. Sólo ella sabía cuál era el problema y quién lo podía resolver.

En nuestra vida hay muchas personas que son como María, que interceden ante Dios por nosotros y por nuestras indigencias. Seguro que en nuestro camino de fe hemos tenido y tenemos a personas que le hablan a Dios de nosotros y de nuestros problemas y dificultades.

Un aspecto importante es la respuesta que da María: “Hagan lo que Él les diga”. Quienes esperan un favor o un milagro de Cristo han de estar dispuestos a cumplir sus órdenes. Muchos milagros no se realizan en la vida de las personas porque viven más que sordos a las indicaciones de Dios.

Muchas veces los matrimonios se convierten como aquella boda en Caná de Galilea. Se comienza con el entusiasmo inicial pero con el paso del tiempo ese amor primero se consume o se acaba. Por eso inviten a Jesús a su boda, una vida matrimonial con Dios es garantía plena de felicidad.

Jesús utiliza lo que hay, una vasijas, estas vasijas habían quedado en gran parte vacías, pues las abluciones lugar al comienzo de los banquetes. Esa agua ni siquiera era potable, estaba totalmente turbia, sucia ¿es turbia tu vida? Preséntale eso a Jesús y lo transformara en vino agradable. Cambió el agua en vino y cambió la tristeza en alegría. Jesús también quiere entrar en tu vida para transformar tu miseria en grandeza.

Jesús quiere llenarnos a ti y a mí del agua de la Palabra de Dios. Luego, quiere que la compartamos con los demás. Y cuando hacemos esto, sucede algo que no sabemos cómo explicar; porque cuando el agua es vaciada de las tinajas y llega hasta los sedientos, es entonces transformada en vino, en el vino de la alegría, por medio del Espíritu Santo.

Que Dios con su infinito amor los bendiga, acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com

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