DESDE LA PLAZA SANTO TOMÁS

Lo que sucedió mañana 18 - Enero 2026

Por Ricardo Harte*
lunes, 21 de enero de 2019 · 00:00

El umbral de la Plaza, una formidable escultura resultado de un concurso entre los artistas del Estado de BC, parecía ser la frontera acústica entre la ciudad estruendosa y un espacio en el que se escuchaba a los pájaros, el murmullo de las pláticas, la risa de los niños, la música tenue ambiental, los pasos pausados de paseantes sin prisa que, ensimismados en sus interiores, encontraban en los jardines y los caminos una ruta construida para la paz.

La melodía del lugar conjugaba notas brillantes, acordes de colores, sombras que repetían en la gama de los grises, todos los tonos verdes de los árboles y las plantas.

Con el paso de los años, la Plaza se había desarrollado como un verdadero y hermoso jardín botánico, ventana de las más sorprendentes especies de la región: acitrones, biznagas, matorrales costeros, cactus de todo tipo; pirules, tabachines, mezquites; malvones, romeros, lavandas…Sí, la melodía del lugar era un prodigio de notas agudas y graves, compuestas en una armonía y equilibrio admirable.

Cada rincón se había construido, moldeado, para recibir a diferentes y muy diversos grupos de seres humanos.

La cervecería, un espacio lleno de color, sonidos, risas y parloteo.

La mezcalería, un rincón para el encuentro y el diálogo pausado. Sus sombras invitaban a la palabra tenue.

Los comercios, la mayoría repletos de señoras apuradas, exigentes y rezongonas, que esperaban, todos los días, encontrar el mejor producto de la ciudad. Y a diario regresaban con sus risas y urgencias.

El Mercado Regional, congregaba a nacionales y turistas, convirtiéndose en una torre de babel. Inglés, alemán, portugués, idiomas orientales, un poco de español y todo ello envuelto en una atmósfera cordial, roto a veces por las exclamaciones de sorpresa de algún visitante sorprendido ante la belleza de una artesanía.

El Lugar del Vino: pequeños productores de la región exponían sus orgullos originales, proezas de la creación vinícola, que habían impuesto una verdadera “meca” obligada para todo aquel que gustaba de lo nuevo y de lo exclusivo.

Y así se repetían por la Plaza los rincones inusuales. Rincones para la belleza, para disfrutar, para descubrir, para dialogar: restaurantes, cafeterías, librerías, salas de conciertos, cava. Todo ello engarzado en jardines frescos, húmedos, con los tonos de la alegría.

La Plaza Santo Tomás, ya conocida como “La Plaza”, se había convertido en un lugar de la ciudad que palpitaba de vida.

-“Ay, no sé Mercedes”-susurraba la Sra. Julia, haciéndose ovillo en una banca, como si su diálogo estuviera siendo grabado por todos los organismos de espionaje del planeta- “eso de andar haciendo ruido con lo de los géneros, y la sexualidad y demás temas… No sé. Yo no sé si eso es lo que deberíamos promover desde la Plaza… me preocupa…”.

Mercedes y la Sra. Julia acababan de conversar con Don Sebas, sobre el encuentro que pretendían organizar para dentro de unos tres meses, sobre el tema de la igualdad de géneros.

-“Mire Sra. Julia. Usted tendrá que admitir que desde que usted y yo estábamos en la escuela, esos temas se manejan ahora de otra manera. Más directos, más transparentes, más educativos. ¿No cree?”.

-“Bueno… sí. Pero, la verdad, no sé si eso es bueno”.

-“En la medida de que logremos que nuestras relaciones humanas se desarrollen con mayor franqueza, sin misterios inútiles, no tengo la menor duda que viviremos mejor, en paz. El conocer todo sobre nuestros cuerpos, el saber cómo son las cosas de nuestra existencia física, eliminará atavismos, falsas creencias. Y creo que de eso se trata… Además, este encuentro que pretendemos hacer, que estará basado en la temática de la igualdad de géneros, deberá encarar todo lo sexual, pero no es el único tema, ¡por Dios!”.

-“Bueno…está por verse…”-murmuró la Sra. Julia, un poco desanimada de continuar con objeciones a las que le faltaban argumentos, pero que tenía grabadas en el alma.

-“Mi querida Sra. Julia. Anímese a enfrentarse a la duda. A veces la incertidumbre es dolorosa, pero finalmente vale la pena”.

*Arquitecto y académico. Nació en Uruguay y hace más de 40 años que reside en México

ricardoharte@yahoo.com.mx
 

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