LA TURICATA

Yo también hablo de futbol

Por José Carrillo Cedillo
jueves, 3 de enero de 2019 · 00:00
Mi padre fue jugador profesional de futbol y desde luego, lo imité desde niño.

Jugué la misma posición dentro de la cancha que él, extremo derecho, más bien ala derecha como les decían en ese tiempo. De esta hermosa etapa de mi vida tengo mucho qué contar.

A pesar de que mi tarea en el juego era dar el pase para que el delantero anotara, yo fui campeón goleador en la liga infantil Balbuena, un bello campo deportivo muy cerca de mi casa. El equipo estaba integrado de puros vecinos patrocinados por el dueño de la lavandería de la cuadra, quien no tuvo hijos en su matrimonio y nos adoptó, gastando su buen dinero en nosotros. Al crecer en edad pertenecí a varios equipos del barrio y más adelante jugué en la liga universitaria. Sostengo que quienes lo jugamos lo vemos con otros ojos… se mete en la vida al grado de que uno se pasa la semana deseando que llegue el domingo para patear el balón y correr como desaforado. En un partido me pasaron el balón por el aire y corrí a él, y el defensa corrió conmigo, me pasé y el balón me techó, di una patada de coz y le pegué con el talón… escuché que el defensa, que desde luego no se esperaba esto, dijo… ¡AY GÜEY ! Y corrió tras de mi sin alcanzarme pues yo ya había pasado el balón al delantero quien metió el gol.

En otro partido muy reñido, para el segundo tiempo el entrenador del equipo contrario metió de cambio, a un jugador exclusivamente para marcarme y lo cumplió al pie de la letra, pues me siguió como mi sombra a cualquier zona del campo en la que yo me desempeñara. No me dejó hacer nada (lo felicité al final del juego pues no jugó sucio en ningún momento).

Trabajaba yo en un taller de restauración de cuadros y a la hora de la comida salí hacia el restorán como todos los días y en el amplio camellón de la avenida jugaban una cascarita jóvenes del barrio, justo cuando yo iba pasando salió de la cancha un balón por el aire rumbo a mí, bajé el balón con la derecha y ya en la banqueta lo centré al marco como si fuera mi partido. Para mi sorpresa, al otro día recibí en el trabajo la visita de uno de los jóvenes que estaban jugando y me dijo que los muchachos de su equipo habían comentado mi jugada y lo habían comisionado a él para hablar conmigo y convencerme de que aceptara jugar en su equipo, me sentí como pavorreal, pero conservé la compostura y del modo más amable que pude le dije que me sentía muy honrado, pero no me era posible aceptar su invitación pues yo ya jugaba en el equipo de mi escuela, en la universidad y no podía dejarlos. Me sentí el Pelé del barrio y desde luego se lo conté a mi padre. Quien compartió conmigo mi orgullo. Podría escribir un libro pero me ganó el gran Galeano.

jcarrillocedillo@hotmail.com

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