BAÚL DE MANÍAS

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Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga
martes, 12 de noviembre de 2019 · 00:00

Mientras el dueto (pongámosle Pituco y Petaco nomás para echar relajo) canta alegremente “me importas tú y tú y tú y solamente tú (y tú y tú) y nadie más que tú” en el restorán que está aquí frente a su humilde casa (suya, de usted, figurativamente, estimado lector, no de los Pitucos), yo... me acuerdo – naturalmente- de Eyde Gormé y Los Panchos, pero también me acuerdo de Beethoven. ¿Por qué? Tal vez porque en algún lugar vi (o en algún libro leí) que el primer compositor que se puso a sí mismo como centro de su discurso musical fue precisamente the one and only Beethoven. Entonces, me imagino que Beethoven un día agarró y se puso frente al espejo y se cantó a sí mismo: “me importas tú y tú y tú y solamente tú y tú”... Claro que no con esa tonada, sino con la de, pongamos, su quinta sinfonía, ésa que dice “para papá, leche con pan”. Son cuatro notas. Tres soles cortitos y un mi bemol largo…

Unos dicen que es la “llamada del destino”, otros aseguran que es la llamada de las trompetas al juicio final. Yo prefiero darle la razón a los que afirman que es el cantito de un escribano (cerillo) en los bosques de Viena... Después de todo, ese llamativo pájaro amarillo ha inspirado poemas. También inspiró después obras de Messiaen, ¿por qué no habría podido inspirar a Beethoven antes?

La quinta de Beethoven es una de sus obras preferidas, pero también es una de las que le costaron más sangre, sudor y lágrimas. Una cosa es ver la partitura final, toda perfecta ella, y otra cosa muy diferente es ver el material descartado por el compositor.

Leonard Bernstein dice que son montones de páginas en las que de pronto parece que la música no quisiera ir a ningún lado (lo cual es fatal para cualquier viaje). Da la impresión de que a esa musiquita le falta misterio, drama, emoción, todo lo que debería prometer cualquier viaje. Entonces, ahí tiene usted a Beethoven duro y dale. Eso se nota en los tachones y más tachones... Y ¿cómo podía haber sido de otro modo?, le diría a usted cualquier psicoanalista: el hombre era un perfecto neurótico. Recuerde, estimado y culto lector, que la palabra “perfecto” es un adjetivo, que en su origen tenía un significado más literal, si nos atenemos a los componentes de la palabra. El prefijo “per” en este caso, expresa totalidad o completitud, y el sufijo (me fijo, para escribirlo bien) “fecto” está emparentado con “facio” (hecho). En tres patadas, pues, etimológicamente, lo perfecto es simplemente lo que está totalmente hecho.

Beethoven rechazó, reescribió, tachó y retachó. Hay pasajes que rehízo hasta veinte veces. Guau.

Ahí nomás a dos clics debe haber montones de versiones de la Quinta de Beethoven. Yo le recomiendo a usted la de Leonard Bernstein, que viene con comentarios y toda la cosa. Ahí está:

https://www.youtube.com/watch?v=UEcmVWfnlNE

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