LA MARAÑA CÓSMICA

Faltan 300 años

Por: Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 18 de noviembre de 2019 · 00:12

Los acontecimientos nacionales y mundiales de últimas fechas ponen de manifiesto la urgente necesidad de modificar qué no les hemos transmitido a las siguientes generaciones las últimas cuatro décadas.
Además que se deduce la ausencia de una cultura científica, se evidencia también la ausencia de una cultura política y humanística. Con cultura no me refiero a que tengamos unos ciudadanos doctos, sino a todas aquellas habilidades y conocimientos compartidos necesarios para la convivencia y la comprensión del mundo sin fantasías, supercherías, magia o creencias.
Domina en el mundo una visión anticientífica, se inunda Venecia confirmando el calentamiento global y el derretimiento de los hielos polares; anti humanista, tratos colonialistas de los líderes de las potencias hacia los países periféricos que tienen recursos naturales pero les estorban sus habitantes; juzgan sus sistemas de gobierno y líderes con doble racero: si yo gobierno años o mi vecino, está bien, pero si lo haces tú, excolonia, es antidemocrático; invado tu territorio y mato a tu gente por mi seguridad, pero si tú te defiendes eres “terrorista”, además ¡mi dios es mejor que el tuyo!; regresan epidemias de enfermedades que ya se habían erradicado porque no creo en tu ciencia ni en tus vacunas, son algunos pocos ejemplos.
Recuerdo al comentar este tipo de preocupaciones con mi padre, Luis, quien además de microbiólogo era muy culto, muy informado no con uno sino con varios periódicos y revistas, me decía con aplomo: “faltan 300 años” (más o menos el número de años que duraron las colonias en América). Por contra, yo le discutía que la suya era una visión pesimista. 
Era la época del auge de la Guerra Fría. Desde Santo Domingo, pasando por Guatemala, Nicaragua, Panamá y hasta el Cono Sur, se sucedían uno tras otros los golpes de Estado patrocinados por Estados Unidos y sus empresas United Fruit, Anaconda Copper, Rand Corporation, su pretexto era que se había infiltrado el comunismo en esos países, cuando lo que se quería eran gobiernos elegidos por sus pueblos y no impuestos por las oligarquías, y el uso legítimo de su patrimonio natural, sus recursos. Indios, nacos, prietos, rituales diabólicos (Evil Evo), dios regresa al gobierno y desplazaremos a la ciencia por saberes originarios. ¡Puf!
Tal pareciera que no ha pasado el tiempo, e inclusive hemos retrocedido hasta los años 1500, al siglo XVI, donde los dioses americanos eran el diablo y sólo el católico romano era el bueno. Ni siquiera es una lucha de clases como la definiera el marxismo a finales de siglo 19. Hay racismo, supremacismo de piel blanca; ¡nos brotaron James Watson en la comunidad científica! (descubridor de la estructura del ADN, junto con Francis Crick y Rosalind Franklin), quien dijo que los negros eran una raza inferior (la comunidad científica lo defenestró, por cierto).
Deberemos empeñarnos no sólo en reclamar recursos para la investigación y mejor reconocer que nuestro trabajo de devolverle a la sociedad lo que nos dio para avanzar en la investigación científica lo hemos ignorado y hasta despreciado. No le hemos dicho a la sociedad (¡ni a nuestros propios alumnos de ciencias!) que todos los humanos descendemos de un ancestro común, que la proeza de habitar todo el planeta se logró por comprender a la naturaleza, que el cada vez ser más longevos se debe al avance biomédico, bioquímico, físico, farmacéutico, ingenieril y que todos nacemos capacitados para hacer ciencia.
No será fácil, llevo más treinta años bregando por la necesidad de una divulgación de la ciencia tan fundamental, “par” y respetable como la investigación científica misma. Por ahora, Papá, tienes razón: faltan 300 años. 

*Comunicación de la Ciencia UNAM-Ensenada
risita@dgdc.unam.mx
 

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