DÍA DEL SEÑOR

XXXI Domingo Tiempo Ordinario Ciclo “C”

Por “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”
sábado, 2 de noviembre de 2019 · 00:00

(Lc. 19, 1-10)

Padre Carlos Poma Henostroza
El Evangelio de este domingo, nos habla de Zaqueo, quien había oído hablar de Jesús, y ahora quiere verlo en persona y no vacila en subirse a una higuera porque era de baja de estatura. No le importa hacer el ridículo a pesar de ser un personaje público. Los publicanos se habían enriquecido a costa del pueblo oprimido por los impuestos romanos, de los cuales eran recaudadores. Ante todos, eran ladrones y al mismo tiempo traidores.

Zaqueo era rico pero se sentía profundamente vacío. El subirse a lo alto de una higuera refleja el primer proceso de la conversión, muy parecido al hijo pródigo; para salir del lodo hay que salir y hacer algo, regresar o subirse a un árbol.

Jesús mira a Zaqueo con cariño, como un padre o una madre miran a su hijo rebelde. Así es Dios con nosotros, clemente, misericordioso, rico en piedad, bueno con todos. Dios reprende con amor, poco a poco, dando a cada uno su tiempo para que se corrija y vuelva al buen camino. Zaqueo sintió por primera vez en su vida ser amado de verdad. Y no sólo eso, Jesús le pide hospedarse en su casa.

Zaqueo recibió a Jesús no solo en su casa sino también en su corazón. ¿Qué pasó en el corazón de Zaqueo para que se produjera en él un cambio tan radical que estuviera dispuesto a dar la mitad de sus bienes a los necesitados? Pues, simplemente que le inundó el amor misericordioso de Jesús. Zaqueo recibió a Jesús en su corazón.

Zaqueo es quien busca a Jesús, pero es Jesús el que se adelanta a pedirle que lo acoja en su casa. A todo el que busca a Dios, Dios le encuentra. Debemos ser buscadores de Dios, como lo fueron san Pablo, san Agustín, santa Teresa y todos los santos. Dios quiere que le busquemos y cuando nos ve correr a su encuentro es él mismo el que se adelanta a encontrarnos.

Jesús que fue a comer en casa de Zaqueo, también quiere acercarse a nosotros, para ofrecernos su perdón sin condiciones. En nosotros está la posibilidad de acogerlo con el mismo gozo con el que este cobrador de impuestos lo recibió en su casa.

 
En la Eucaristía, Jesús mismo se ofrece para que lo recibamos en la comunión. Y en la medida en que nos disponemos a recibirlo reconociendo humildemente nuestra necesidad de salvación, nuestro encuentro con el Señor producirá en nosotros una transformación positiva.

También nosotros debemos preguntaros si realmente queremos ver y encontrarnos con el Señor o más bien evitamos su encuentro. Aquí está el gran problema de muchos cristianos: no querer encontrarse con el Señor, porque el encuentro con Jesús nos lleva a un cambio radical de vida, y preferimos quedarnos como estamos.

Debemos de aprender de Zaqueo aprender la decisión y el arrepentimiento. Él vence los obstáculos para acercarse a Jesús, y al dialogar con él, le manifiesta su arrepentimiento. Ante el Señor no caben los pretextos de: no tengo tiempo, no me apetece, ahora voy a disfrutar de la vida… Cada día es una oportunidad, un paso de Dios por nuestra vida.

La conversión de Zaqueo, manifestada en su disposición a reparar el mal que ha hecho a los demás. También de nosotros espera el Señor una actitud similar, al ser acogidos por su misericordia. ¿Quieres intentarlo? ¿Qué te impide acercarte al amor de Dios?

Que el amor misericordioso de Dios, te bendiga, acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com
 

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