BAJO PALABRA

Todo tiempo pasado…

Por Hadassa Ceniceros
viernes, 29 de noviembre de 2019 · 04:54
Llegar al final de noviembre es siempre triste y evocador.

Recuerdo a mi padre, pasan los años y junto con la acumulación de tiempo se condensan en la mente las anécdotas.

En una ocasión, en sus años mozos, regresaba en una camioneta del ingeniero con el que trabajaba en lo que era la apertura de una carretera federal. La Secretaría de Obras Públicas contrataba peones de albañilería y trabajadores obreros de pico y pala.

En las veredas de tierra rumbo a la ciudad; los obreros, sentados en la caja de la camioneta pick up, rebotaban sin ninguna seguridad. En uno de estos saltos del camino Francisco cayó de espaldas y de cabeza sobre la terracería. Enseguida lo levantaron aparentemente ileso y continuaron su recorrido.

De nuevo en el vehículo, sentado en el mismo lugar, miró con ojos sorprendidos el paisaje del camino, desconoció de pronto qué hacía ahí, quiénes eran los otros hombres junto a él. No sintió dolor, ni malestar, en el bolsillo de su camisa había un papel con su nombre y unos números, era su pago semanal, no recordó más por unas horas, siguió al grupo al lugar donde cambiaban su cheque y después de eso reanudó su recorrido hasta su casa.

Un poco confundido se encontró con su hermana mayor y su padre, el olor al ambiente familiar y el espacio conocido le regresó poco a poco la claridad y recordó el accidente que había sufrido.

Nada más.
Tiempo después hubo un derrumbe en los trabajos de la carretera, Francisco quedó atrapado por una enorme piedra. Sufrió fracturas serias en un pie y fue atendido en el hospital general de Nueva Rosita Coahuila. La estancia fue larga, tomó tres meses, ahí conoció a una enfermera que le facilitó libros, entre ellos una biblia de la versión de Casiodoro Reina y Cipriano de Valera. Su vida cambió, tomó decisiones, viajó a Tlacolula Oaxaca y pasó cinco años en un seminario bautista. Adquirió educación, cultura general.

Si bien se formó para ser pastor nunca perdió su esencia. No fue “recitador” de versículos bíblicos, tampoco fingió o alteró su tono de voz al hablar en público. Moderado, sencillo, sin fanatismos, vivió y murió con discreción ejemplar. Fue un buen cristiano. Me parece que guardó siempre una dosis de escepticismo ante dogmas. Fue un buen hombre y siempre me inspiró orgullo y admiración.

Pasan los años y su memoria se matiza con el recuerdo de historias y rasgos que lo distinguieron. Noviembre y sus días finales me remontan al momento de una de las despedidas más tristes y dolorosas de mi vida. Estamos en ese tiempo.

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