LA MARAÑA CÓSMICA

Nos seguimos preguntando ¿qué es la muerte?

Por: Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 4 de noviembre de 2019 · 00:00

Todos los grupos humanos, todos con ancestros comunes, en la evolución de su cultura paralela a la evolución del habla, han puesto a la muerte como una idea central en su imaginario frente a lo desconocido, de sus miedos, de sus incertidumbres.

Razonaba el filósofo Baruch de Spinoza que el miedo es inherente al saber que sabemos, el “sapiens sapiens”, apellidos de nuestra especie en la taxonomía. Él infería que la manifestación de los incontables fenómenos de la naturaleza que amenazaban a este animalito más de toda la fauna, provocaba miedo en sus cerebros conscientes de los límites frente a depredadores, búsqueda de alimento y sobrevivencia.

De no haber tenido conciencia que la Naturaleza tiene reglas, patrones, ciclos, interacciones, habríamos sucumbido como especie, y en la medida que hemos comprendido tales reglas hemos podido enfrentar el miedo y depender menos de la esperanza para enfrentarlos.

La condición biológica en la base de la singularidad de esta especie es la evolución de su cerebro. Abundan los cerebros en la naturaleza, pero el de sapiens sapiens tiene la peculiaridad de haber desarrollado la habilidad de hacer abstracciones de la naturaleza, crear modelos imaginarios, y recrear con ellos a la naturaleza.

El avance del conocimiento del cerebro de esta especie nos ha permitido saber que hubo un corto y rápido período de consolidación del cerebro humano, cuando se alimentó de carne de peces, acusadamente y de otras especies (lo que nos muestra que el vegetarianismo es un dogma ajeno a la evolución biológica de “la gente”).

Se sabe que la muerte ya importaba a nuestros ancestros previos, como los Boseis o los Robustus, aunque sólo un ratito, casi siempre en condiciones de “cayó en la huída”, le lloramos un momentito y seguimos corriendo. Pero en algún momento todos los grupos humanos en el planeta rindieron culto a la muerte y a sus muertos, de diversas formas pero igual fondo.

El conocimiento de la naturaleza que hemos alcanzado en nuestros días nos permite saber que si fuéramos seres de una sola célula seríamos inmortales y solitarios, asexuados. El que, como otras especies de reproducción sexual, requiramos de la fusión de dos células en algo distintas lleva como condición la muerte de ese organismo.

No obstante, hoy, siglo veintiuno, nos seguimos preguntando qué es la muerte. Y sin repuestas confiables le imponemos a los demás lo que nuestras creencias nos dictan qué es la muerte e inferimos todas otras reglas ajenas a la naturaleza para imponer La Muerte.

Si nos remitimos a la evolución de la especie, es el cerebro lo que nos hace humanos. La regla natural sería: si no hay cerebro no hay humano. Si el cerebro ya no funciona pero sí todo lo demás, esa persona está muerta como tal aunque sea un montón de vísceras funcionando.

De igual forma, si un grupo de células fusionadas no ha “tejido” un cerebro, como un embrión de cualquier organismo pluricelular, no es aún una persona, como un hígado no es un cerdo ni un osobuco una res.

Se suele decir que “la ciencia es una aguafiestas” porque destruye nuestras fantasías, mitos, leyendas. Tal vez porque no la conocemos bien, es más fascinante y sorprendente que nuestras fantasías. Ojalá hayan pasado un feliz día de muertos.

*Comunicación de la Ciencia UNAM-Ensenada

risita@dgdc.unam.mx
 

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