BARÓMETRO POLÍTICO

El poder reside en el pueblo

Por Susana Silva Gallardo*
martes, 5 de noviembre de 2019 · 00:00

Uno de los fenómenos mundiales que más se ha visto en las últimas semanas ha sido el de la manifestación de los ciudadanos en distintas partes del mundo. Esto responde, en parte a un pronunciado descontento y al impulso de estos gobiernos por imponer reformas que solo han servido para agravar dicho descontento. Ejemplos que se han tratado ya han sido los casos de Hong Kong, los del pueblo catalán en España y los casos latinoamericanos de Ecuador y Chile. Otro que destaca en la actualidad ha sido el del caso del Líbano.

Las protestas, iniciadas desde el 17 de octubre y renovadas este fin de semana pasado, se han extendido por todas partes del país, reuniendo a cientos en las ciudades más importantes como Beirut y Trípoli, bajo la consigna de un cambio de gobierno. Una de las proclamas principales no solo se ha dado por este anhelo de un cambio, sino también de transformación del sistema gubernamental que rige al Líbano.

Luego de su creación por parte del Mandato francés luego de la caída del imperio otomano al fin de la Primera Guerra Mundial y con una independencia adquirida hasta 1943, el sistema político que ha regido al Líbano es de corte confesional. Esto es de gran importancia para el panorama actual, pues este sistema involucra una repartición religiosa de los puestos de gobierno. En ese entonces, el país poseía una mayoría de cristianos maronitas, seguida por los musulmanes sunitas, después shiíta y otras confesiones de menor envergadura.

Debido a este sistema político confesional, por ley se establece que el Presidente libanés debe ser cristiano maronita, el Primer Ministro sunita y el presidente de la Asamblea de Representantes debe ser shiíta. A pesar de que este sistema ha funcionado por varias décadas, una de las principales problemáticas con la que se encuentra es que, al existir una profunda división étnico-religiosa en el país, el crecimiento de la población musulmana, tanto sunita y shiíta, cambiaría radicalmente el panorama político, pues de acuerdo con la lógica de este sistema confesional, una nueva mayoría religiosa debería ostentar un cargo político distinto al que actualmente establece la ley.

Aunado a ello, se debería de considerar que la última ocasión en la que e llevó a cabo un censo poblacional en este país, fue en la década de los 30’s. Esta ausencia de censo poblacional podría entonces deberse a una serie de intereses de las élites por conservar el poder, pero también porque realizar un nuevo censo podría reavivar las disputas y diferencias entre los grupos religiosos que conforman el Líbano.

Ahora bien, si el impuesto que se pretendía implementar al uso de la aplicación móvil WhatsApp fue la excusa para salir a las calles, lo que se ha demostrado es que las consignas velan por una causa que va más allá de esta medida autoritaria e injusta. Demuestra que la exigencia es una que se escuchaba a vivas voces pero que no es hasta hoy día que los ciudadanos libaneses pueden gritarlo en las calles de la capital y en otras ciudades importantes. La dimisión del Primer Ministro, Saad Hariri, es un gran paso para el movimiento, aunque no es el fin de la lucha por la profunda reforma de su sistema político.

*Estudiante de Relaciones Internacionales del Tec de MTY campus Guadalajara

susanasilvag96@hotmail.com
 

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