DE NIÑOS Y OTROS ENREDOS

Bebidas azucaradas comerciales

Por Dr. Enrique Sicardi Aragón*
miércoles, 6 de noviembre de 2019 · 00:00

Nuevamente los mexicanos ganamos primer lugar, superando al segundo con 40 puntos porcentuales, Estados Unidos, con un consumo promedio de 163 litros por año de refrescos (sodas), contra 118 litros por cada norteamericano.

La UNAM publica esto hace una semana, basándose en un estudio de la universidad de Yale. Florence Theodore, investigadora del Instituto Nacional de Salud Pública, hace énfasis que las familias mexicanas gastan hasta el 10% de sus ingresos totales en dichas bebidas. En comunidades chiapanecas se registran cifras alarmantes de consumos de hasta 821 litros de refrescos por año por persona.

El consumo de bebidas azucaradas en México se triplicó entre 1999 y 2006. Las razones son de lo más diversas, y pasan por motivos políticos y hasta religiosos según se ha visto en comunidades de Chiapas.

La OMS publicó su más reciente recomendación el 5 de abril de 2019 e insta a las naciones a incentivar la reducción del consumo de bebidas azucaradas para reducir el riesgo de un aumento malsano del peso en los adultos. Los gobiernos responden aumentando el gravamen, acciones que por sí mismas no son suficientes para desalentar el consumo de dichas bebidas.

La cifra de lo gastado en refrescos en México encuentra respaldo en la Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera que realiza el INEGI. El mismo reporte indicó un aumento del 3% en el volumen total de ventas en el primer trimestre de 2019, respecto al trimestre del año pasado. El aumento sucede a pesar de la presencia de un Impuesto Especial que equivale a 1.17 pesos por cada 10 que pagan los consumidores de refrescos y la industria no deja de crecer. De ahí que la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas asegure que el IEPS no hace más que aumentar la desigualdad social, pues afecta mayormente a los más pobres.

El alto consumo de dichas bebidas es el resultado de procesos político-económicos y se han tornado en culturales, al grado de que en ciertas comunidades autóctonas, 7 de cada 10 niños llega a desayunar con dichos productos, y su alto consumo es factor de riesgo en la salud, desde los innumerables problemas asociados al sobrepeso y otros tantos como caries, trastornos digestivos y hasta emocionales como la adicción a ellos.

La Norma Oficial Mexicana (NOM-051), se refiere a las especificaciones generales de etiquetado, en especial los contenidos en azúcares o sustancias similares como el jarabe de maíz, alto en fructuosa y sacarosa, responsable de muchas alteraciones metabólicas.

Solo como ejemplo: El Poder del Consumidor publicó el 22 de julio 2019 la radiografía de Coca Cola Cherry. Refiriéndose solamente al etiquetado: Debido a que es un producto importado, el etiquetado no aparece en la parte frontal del empaque, sino en una estampa colocada a un costado de la tabla nutrimental en la parte trasera del producto. Este etiquetado denominado GDA no es comprensible y puede resultar engañoso al utilizar valores de referencia mayores que lo recomendado por la OMS para azúcares añadidos. Finalmente, tampoco muestra leyendas precautorias que indiquen que “el producto contiene jarabe de maíz de alta fructosa”, entre otras omisiones, lo cual no cumple con las recomendaciones de la NOM-051.

El contubernio industria-gobierno, genera una mayor disponibilidad y un bajo precio al refresco; los anuncios de las refresqueras ocultan composición y riesgos para la salud, ya que el marketing vincula la marca con modernidad, descanso, mexicanidad, felicidad y hasta convivencia familiar, elementos que contribuyen en la incorporación duradera de estas bebidas en la dieta cotidiana del mexicano, con ello, las empresas se empoderan, aumentando enormemente sus ganancias, pero acarrea como consecuencia el debilitamiento en la salud pública y por ende, altos costos en su atención.

La colaboración con las refresqueras en gobiernos anteriores se ha dado para apoyar campañas de los tres últimos presidentes de la República, tal cual, lo publica la UNAM en su artículo.

El anclaje del refresco en la dieta del mexicano es desde la cuna hasta la tumba, pues persiste la dificultad y hasta el rechazo a renunciar a estas bebidas, incluso entre personas con diabetes (Florence Theodore). Poéticamente, Tomás Page Pliego (Doctor en Antropología Social) lo menciona como “Homicidio dulce suicidio”.

México somos el país con mayor prevalencia de muertes por consumo de bebidas azucaradas (07-2015), las cuales, contrario a lo que pregona la publicidad, no tienen ningún beneficio en la salud.

El azúcar es el primer y principal adictivo en nuestra sociedad, y eso, ellos lo saben.

*Coordinador de Relaciones Públicas del Consejo Nacional de Lactancia Materna A.C.

sicardi53@gmail.com
 

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