POR SI LAS MOSCAS

“Divide et impera”

Por Laura Monzón
viernes, 13 de diciembre de 2019 · 00:00

“No hay nada más frágil que un mazapán… Excepto la masculinidad mexicana”, dice uno de los tantos memes de la colección otoño-invierno, que salieron a la luz a raíz de la polémica que desencadenó el cuadro de Fabían Chaires, llamado “La Revolución”, expuesto en el Palacio de Bellas Artes.

La pintura muestra a Emiliano Zapata desnudo, con sombrero rosa y tacones, montando un caballo con el miembro erecto, que desató el enojo de los descendientes del caudillo revolucionario y los integrantes de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas, entre otros círculos tradicionalistas.

A finales de noviembre, el tema “Un violador en tu camino”, del colectivo chileno Las Tesis, fue replicado por miles de mujeres de varios países, incluyendo México, convirtiéndose en un himno feminista que señala con el dedo la violencia machista.

De inmediato, las redes se llenaron de videos de hombres parodiando el performance -hasta cumbia sacaron-, situación que ocasionó el disgusto de feministas y grupos afines que salieron igual de frágiles que el mazapán y la masculinidad.

Total, que así están las cosas en esta sociedad hipócrita, que no sabe reírse de sí misma, donde los defensores de lo más liberal (cuando quieren) y de lo más tradicional (cuando les conviene) apoyan las burlas y ocurrencias, siempre y cuando no toquen sus propias creencias.

¿Cuándo cambiará este mundo escindido por frivolidades y tonterías?

“Divide et impera” reza la locución latina que se traduce como “divide y vencerás”.

En el campo de la Sociología, se le llama así a una estrategia política utilizada desde tiempos del Imperio Romano, para mantener bajo control a la población, dividiéndola en facciones enemistadas, de tal manera, que no deseen dialogar para lograr un objetivo en común.

Esta estrategia permite al sistema dominar de una forma bastante simple: alimentar diferencias, hacerlas más grandes y agresivas, para crear situaciones que debiliten la trama reticular social.

De esta forma, el sistema evita que los grupos logren aliarse y fortalecerse porque, de hacerlo, podrían derrocar al orden establecido. Claro está, que son necesarias las roturas en el tejido social, en donde el sistema pueda meter las tijeras y provocar la separación.

Para este fin, es indispensable proponer un discurso que sea aceptable y políticamente correcto, que defienda una “causa justa” que se convertirá en el punto de incisión. Por ejemplo: discriminación, desigualdad, xenofobia, machismo y homofobia.

La “causa justa” elegida deberá exagerarse para crear controversia y un malestar generalizado en toda la población. Así, azuzados por el sistema, los grupos contrarios iniciarán con discursos de odio y manifestaciones violentas.

Peor aún, estos colectivos serán utilizados como carne de cañón política para que partidos y círculos en el poder logren sus propios fines, aunque sin cambiar algo.

Así, se creará un bucle infinito (en que se reproducirán los mismos modelos que se buscaba erradicar) que mantendrá a la sociedad ciega, sorda, muda, alienada y muy entretenida en atacarse los unos a los otros, en lo que el sistema continúa su proceso de dominación.

¿Cómo se puede neutralizar esta estrategia?
Es difícil, aunque no imposible. Hay otra locución latina que dice “Concordia res parvae crescunt”, la cual se traduce como “las cosas pequeñas florecen en concordia”, es decir, hay que empezar a respetarnos.

El día en que entendamos que hombres y mujeres somos víctimas de los mismos males: desigualdad, explotación, discriminación, abusos y demás tipos de agresión, podremos comenzar a cambiar las cosas.

Pero mientras continuemos con nuestra actitud egoísta, deslegitimando otras luchas para fortalecer la nuestra, seguiremos atrapados en ese círculo vicioso de conflictos, reproducción de pautas nocivas y deterioro de la trama reticular social, justo lo que el régimen desea.

En conclusión, hay que abrir los ojos, aprender a escuchar, poner a correr a la ardilla y dejar de replicar la violencia, que no beneficia a nadie, y sí daña la convivencia social.

Si no entendemos, entonces merecemos todas las desgracias que hay en este mundo.
 

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