CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Sócrates lector

Por Rael Salvador
viernes, 13 de diciembre de 2019 · 00:00

Se escribe para ir más allá de lo que se piensa, porque en la unión de palabras –alianza en Las Vegas de la Literatura–, las ideas identifican rutas e intereses nuevos y avanzan nutriendo las intenciones del autor.

(Lo anterior ha de afianzarse, por incompatibilidad de caracteres, ante los jueces mentales de la academia y divorciarse, por bienes divididos, en el templo del lector.)

El pensamiento, por sí solo, es la parte inicial –iniciática– del escritor: pensar es un acto, sentir es un hecho, como se dice.

¿Y qué diablos es lo impensable? Quizá aquello que nombramos sin autorización pero que validamos con la razón por el sólo hecho se encontrarse más cerca de la sinrazón…

Lo que para el lector es vivir lo que se narra, para el escritor es narrar lo que se vive.

Así, el escritor es un hombre que habla o canta en silencio y la lectura un silencio que habla o canta al hombre por dentro.

Lo decía Whitman: “¿Quién eres tú, en efecto, para hablar o cantar…?”.

¿Quién eres? Una pregunta de médula socrática. Porque leer es un obstinado, noble y profundo ejercicio de mayéutica: símbolo que estalla, ilumina, da a la luz, a lo que por dentro era sólo sombra.

Ver de voz, diría.

La lectura no modifica al lector, nos recuerda

Mircea Cartarescu,

sino que saca lo que hay dentro de él.
Sócrates lo expresaba así. “Yo no te digo otra cosa distinta a lo que tú ya sabes, pero no sabes que lo sabes”.

El lector, insiste

el escritor rumano,
“puede no ser consciente de que tiene semejantes reservas de amor, de cariño, de sensibilidad, hasta que abre las páginas de un libro y se adentra en él”.

¿Por qué el silencio? Al ser, junto al vacío, un clásico del tiempo, el silencio fértil es quien inaugura la palabra para su lectura.

¿Cómo? Partiendo de la evocación, que hace ruido en el silencio, para dar idea de la descripción.

–¿Qué es? –me dijo.

–¿Qué es qué? –le pregunté.

–Eso, el ruido ese.

–Es el silencio…
Así, la ausencia de ruido es falta de silencio: un vacío retórico donde la escritura y la lectura se desvanecen. Si la evocación es traer las cosas disfrazadas de ideas, la descripción resulta el esqueleto de humo de una alucinación interior.

Leer es traer de nuevo a la luz a los muertos, así como soñar es recordar otras vidas.

La lectura activa una reacción emotiva al interior del Ser, como la develación de un trauma, de algún miedo psíquico, etc., que pone algo en movimiento –¿qué términos electroquímicos puedo alegar o amparar aquí?– para que el escritor se permita ilustrar y desarrollar reflexiones en torno a alguna situación u obsesión, la cual se manifiesta en ese desdoble fantasmático que es la escritura… proporcionándole a la noche de la prestidigitación literaria su luz fuera del día

Para aprender, leer. Para discutir, saber.
Saber leer, sobre todo, para que el leer sea un saber, además de un placer.

raelart@hotmail.com
 

 

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