DÍA DEL SEÑOR

III Domingo de Adviento Ciclo “A”

Por Carlos Poma Henostroza
sábado, 14 de diciembre de 2019 · 00:00

“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
Mt. 11, 2- 11


El tercer domingo de adviento es una especie de puente entre la primera y la segunda parte del Adviento. En la primera mitad del adviento la liturgia orienta la mirada del creyente hacia la segunda y definitiva venida del Señor, su venida escatológica en gloria y majestad. La segunda parte del adviento orienta nuestra mirada hacia la contemplación del misterio de la Encarnación, la venida del Señor en la humildad de nuestra carne.

Este tercer domingo de adviento, por una parte, anuncia ya el misterio de la Encarnación, pero por otra nos quiere hacer caer en la cuenta de que el Señor viene continuamente a nuestras vidas, y que esta permanente venida es condición para acogerle con alegría y amor cuando venga definitivamente. El Señor vino, el Señor viene y el Señor vendrá: esas tres venidas resumen la pretensión del tiempo de adviento.

Este tercer domingo de adviento es como puente entre la primera y la segunda parte del Adviento. En la primera mitad del adviento la liturgia orienta la mirada hacia la segunda y definitiva venida del Señor, su venida escatológica en gloria y majestad.

La segunda parte del adviento orienta nuestra mirada hacia la contemplación del misterio de la Encarnación, la venida del Señor en la humildad de nuestra carne.

Este domingo también es conocido tradicionalmente en la liturgia católica como el Domingo “Gaudete”, término latino que quiere decir “Alégrense”, el Domingo de la Alegría, y nos hace recuperar el deseo de tener al Señor entre nosotros. ¡Sigamos preparando los caminos al Señor! Ojalá lo hagamos con alegría. Sin desencanto ni desesperación. El Señor, no quiere sonrisas postizas pero tampoco caras largas. El Señor, porque va a nacer, necesita de adoradores con espíritu y joviales.

Seguimos este domingo con Juan de protagonista, que manda preguntar por Jesús si es el Mesías esperado. La respuesta de Jesús es clara y tajante, pero Jesús para demostrar que él es el que tenía que venir y al que Juan había anunciado desde el desierto no usa argumentos teológicos, sino que les dice a los discípulos de Juan que le digan a su maestro, al Precursor, lo que están viendo y oyendo: “los ciegos ven y los inválidos andan”.

Juan conocía muy bien las Escrituras y sabía de memoria lo que el profeta Isaías había escrito sobre la llegada del reino de Dios y sobre el poder del Mesías. Efectivamente, las obras de Jesús hablaban claramente y sin lugar a dudas sobre El.

Juan Bautista es una figura típica del Adviento, porque vino a preparar el camino del Señor y el Adviento es eso: un camino de preparación para nuestra Navidad. Son muchas las virtudes de Juan el Bautista que nosotros podemos admirar y debemos tratar de imitar: su sobriedad en el comer y en el vestir, su valentía y sinceridad para denunciar la injusticia de los poderosos, su conocimiento y fidelidad a la palabra de Dios, su amor a Dios, como primer valor de nuestra vida.

Vivamos nosotros estas virtudes de Juan Bautista en nuestro mundo, según el modelo de vida que predicó Jesús en su evangelio. Jesús, como sabemos, inició con su palabra y con su vida el reino de Dios en este mundo. Nosotros debemos comportarnos como discípulos y seguidores de Jesús, tratando de ser continuadores de este reino que Jesús inició aquí en la tierra.

Este domingo pidámosle al Señor, que nos ilumine para reconocerlo vivo en medio de nosotros y que en este tiempo del Adviento y en la próxima Navidad llene nuestros corazones con la sana alegría proveniente de una fe inquebrantable en Él, y sobre todo para no desanimarnos en el camino de nuestra vida a pesar de las dificultades que se nos presenten.

Que Dios con su venida, nos traiga muchas bendiciones hoy y siempre.

cpomah@yahoo.com

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