LA MARAÑA CÓSMICA

Hay amores que matan

Por Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 2 de diciembre de 2019 · 00:00
Hay quienes aún no se reponen de la sorpresa, la realidad, el hecho de una evolución del sistema político mexicano que, a regañadientes, ha tenido que abandonar la simulación para consolidar un sistema democrático y una República Federal que estaban escritos en papel, pero se simulaban por una monarquía sexenal con 29 virreyes, dos protectorados y un departamento, gobernados todos por el monarca sexenal.

Uno de los planteamientos del programa como candidato, ahora Presidente, fue abandonar esa simulación y restaurar la República, el estado mexicano de derecho, el de su constitución política escrita que todo Estado moderno tiene y es referencia para darle un orden justo a las fuerzas sociales que disputan la dirección del Estado.

En ese contexto, no cabe discutir de cuál ciencia se debate, ni discutir si la representante del gobierno para el sector científico tiene o no razón en su discurso y las decisiones que está tomando, calificando (o más bien descalificando) a la ciencia y a el sector social relacionado con la ciencia.

Argumentos: El Estado Mexicano es signatario y miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de su organismo para la Educación la Ciencia y la Cultura. Participamos en la redacción de su acta constitutiva a través del poeta José Gorostiza, el filósofo Samuel Ramos y el intelectual al servicio exterior del país desde 1929, Jaime Torres Bodet, (año en que se otorga autonomía a la Universidad de la nación) y que llegó a ser Director General de la UNESCO a dos años de su fundación, en 1948.

En 1946, la ONU firma un acuerdo con el Consejo Internacional de Uniones Científicas, para que la ciencia esté integrada en el organismo de educación, ciencia y cultura. Es la ciencia universal, la de la humanidad y no la de algún grupo étnico o geográfico. Ya hemos comentado en esta Maraña Cósmica la primera historia de la humanidad patrocinada por la UNESCO, promovida por los químico y biólogo Huxley y Needham, basada en las aportaciones de los distintos países a la ciencia y a la tecnología, y no en guerras e imposiciones de hegemonías políticas.

Asimismo, en la Constitución, Artículo Tercero y su Ley reglamentaria (Ley Orgánica), queda establecido que la Universidad del Estado debe ocuparse de esa ciencia universal, además de la docencia y la difusión de la cultura. De ahí se derivan las leyes orgánicas de las universidades públicas de los estados de la federación. También queda amparada por ese artículo de la Carta Magna la democracia, como un modo de vida y no sólo un sistema político.

Usted, Presidente, por todo lo anterior que impulsó como candidato, y yo como muchos más voté, le echa muchas flores a su canciller, Marcelo Ebrard, por su conocimiento y manejo de las leyes internacionales y los compromisos de nuestro Estado Mexicano acordes con nuestros principios como Nación: soberanía, no intervención, solución pacífica de las controversias, Estado de Derecho y democracia. Pregúntele a él si debemos discutir la ciencia a la que ya reconocimos, aceptamos y signamos como país (además de que ayudamos a redactar) desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial.

No son honestas una o dos personas que ignorando las leyes y reglamentos nacionales e internacionales, quieran imponer a los demás su particular concepto de ciencia por mucho que usted las quiera, pero, como dice el refrán (que a usted le encantan los refranes y a mi también), “hay amores que matan”. Discutamos civilizada y democráticamente, logremos consensos nacionales del papel estratégico que debe jugar la ciencia (sin apellidos) como una política de Estado.

*Comunicación de la Ciencia UNAM-Ensenada

risita@dgdc.unam.mx

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