Otra vuelta al calendario

Camino por las calles favoritas de mi lejana adolescencia.

Es invierno, el viento que corre por las calles ahora me resulta más intenso y frío. Con trece años y mucha prisa por caminar por cualquier parte, acompañada de nuevas amigas, me instalo en la novedad de conocer los nombres de las calles que me llevan de la salida de la escuela secundaria a la terminal de camiones hacia mi casa.

La magia de la memoria me remite en un parpadeo a aquellos años cuando cruzaba el arroyo de la calle Primera brincando de bloque en bloque de cemento para evitar el agua que pasaba.

A lo largo del tiempo, de época en época he recorrido las mismas calles con diferentes prisas, con otro clima.

Diferentes caminantes de edades distintas hemos transitado de la escuela secundaria hacia otras ciudades, de la preparatoria a una licenciatura, del trabajo a otro sitio en el país.

Caminando pasa el tiempo, andando corre la vida.
En los mismos espacios caben muchas miradas. Se pregunta uno a veces ¿cómo ha cambiado el paisaje urbano sin darme cuenta?, ¿cómo he cambiado yo misma sin advertirlo?

Y así de calle en calle, de tiempo en tiempo, de edad a edad atraviesa mi cuerpo un frío distinto, la noche adelantada del invierno deja ver siluetas de la bahía, de su isla, en medio de un ocaso breve que me conmueve como no lo hacía antes.

Diciembre se nos va, los días por cruzar del calendario ya son pocos, el recuento es inevitable, poder hacerlo es ya ganancia. Las oportunidades, los riesgos, los conflictos, las respuestas, todo, se acomoda en los trescientos sesenta y cinco días y todo regresa al sitio ameno de las posibilidades al comenzar enero.