LA BRÚJULA

Esta navidad hay que voltear hacia el hermano necesitado

Por Heberto J. Peterson Legrand
lunes, 23 de diciembre de 2019 · 00:00

Después del tiempo de adviento, que es el destinado a preparar el nacimiento de Cristo y que significa o simboliza el largo periodo de siglos que precedieron al Mesías, viene el tiempo de Navidad que está destinado a celebrar los misterios del nacimiento e infancia del salvador. Se conmemora pues, el nacimiento del Verbo Encarnado.

La navidad nos debe invitar a reflexionar sobre el nacimiento y mensaje de Cristo que dijo: “Yo soy el camino la verdad y la vida” y que además, nos trajo el mensaje de amor y paz a los hombres de buena voluntad, mensaje que debemos encarnar en nuestras propias vidas.

Hubo quienes con buena intención y otros malévolamente quisieron hacer creer que el salvador no había existido, sin embargo, sobre la autenticidad del nuevo testamento, que nos narra la vida de Cristo, tenemos más garantías humanas que sobre cualquier otro libro.

Sólo algunos ejemplos: El manuscrito más antiguo de la Iliada y de la Odisea de Homero (que vivió en el siglo VIII antes de Cristo), y que nadie pone en duda, data del siglo XI, o sea, 1800 años posterior al original; las obras de Platón, que vivió en los años 427-327 antes de Cristo, se conservan en un manuscrito del año 895 después de Cristo, o sea, que hay de por medio 1300 años. En el caso de las obras de Horacio, César y Tácito también hablamos de 1400 años. Sin embargo, el fragmento más antiguo del Nuevo Testamento data menos de 30 años del original...

Ahora bien, después de estos datos, tan interesantes, nos conviene también reflexionar sobre el ámbito de nuestro propio hogar en este día 24 en el cual Cristo debe ser el centro de nuestra atención.

Hemos de optar entre confundir la Navidad con un delicioso pavo, exquisitas bebidas o suntuosos regalos y un árbol grande y hermosamente adornado, o conscientes de la trascendencia del hecho habremos de darle preferencia a un nacimiento, por más sencillo que sea, y de acuerdo a nuestras tradiciones acostaremos al niño, daremos las gracias antes de cenar y hablaremos a nuestros hijos sobre el mensaje de amor a Cristo y de Cristo y les haremos ver la importancia de su venida y les diremos que si bien cenaremos y abriremos regalos, la parte central es el nacimiento del salvador que nos pidió: “amaos los unos a los otros”.

Una cena navideña donde las bebidas circulen al grado de provocar embriagues, donde la charla sean puras leperadas, chistes groseros y actitudes vulgares, es indigna de Cristo, es no sentir su presencia, es hacer una caricatura de nuestro Cristianismo.

Muchos hermanos nuestros no tendrán cena ni regalos, pero quizá sus corazones estén mejor dispuestos al mensaje de Cristo y de seguro el sí estará con ellos...

Esta navidad y todos los días deberíamos ser más solidarios con nuestros hermanos, bien dice el evangelio: “lo que hagas a uno de tus hermanos me lo haces a mí, dale de comer al hambriento y de beber al sediento...”.

Que nuestra sociedad consumista y el Santa Claus no suplanten a Cristo; rescatemos el valor más trascendente de nuestras vidas, que es la figura de Cristo nuestro padre, dejemos de pensar sólo en nosotros, atrapados en nuestro propio egoísmo, y extendamos la mano al hermano necesitado...

Los Papas mucho han insistido sobre nuestras responsabilidades y compromisos en el mundo actual para construir la civilización del amor.

¡Cristianos en el mundo de hoy! No es tiempo de que reaccionemos y hagamos la voluntad del que hoy nace y supo morir por nosotros para Redimirnos...?

Aparte de nuestra mesa pongamos en la mesa del que no tiene una cena o regalos pero siempre acompañados de Amor. No somos más que mensajeros de Cristo que a través de nosotros quiere dar al que menos tiene y menos puede.


 

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