DESDE HOLANDA

La Chinesca

Por Dianeth Pérez Arreola
jueves, 26 de diciembre de 2019 · 01:29

Cuando era niña recuerdo haber ido varias veces a la Chinesca, en el centro de Mexicali. Iba con mi abuela materna a los baños propiedad del tío Susan, el esposo chino de su hermana menor. Mi abuela limpiaba el lugar mientras yo jugaba con los pequeños jabones rosas del aparador.

Todas las hermanas de mi abuela se casaron con un chino, excepto ella, que llegó procedente de Guadalajara ya casada con mi abuelo. Los maridos chinos de mis tías abuelas eran comerciantes, y gracias a esas uniones civiles pudieron obtener la preciada nacionalidad mexicana, dándole certeza a su futuro y sus negocios.

La hermana mayor de mi abuela, Guadalupe, fue la primera que llegó a Mexicali. Era muy bonita, de ojos y piel claros y no le faltaron pretendientes. “Si la familia vive en Mexicali es porque yo decidí quedarme aquí”, me dijo alguna vez. “Había un gringo que me ofrecía matrimonio y me pedía que me fuera con él a Estados Unidos, pero yo nunca quise vivir allá”.

Una vez casada con el próspero tío Ramón, quién por supuesto no se llamaba así, pero muchos chinos, adoptaban nombres mexicanos, se trajo a toda la familia y les consiguió marido chino a sus hermanas solteras.

Mi tía Guadalupe no pudo tener hijos, así que se llevaba a sus sobrinos a todos los festejos de la Chinesca, o como ella decía “a las fiestas de los paisanos”, y me contaba de largas mesas dispuestas para los invitados, donde recibían a las esposas mexicanas y sus familias con abundante comida y mucha hospitalidad.

Hace pocos años que un grupo de ciudadanos se dio a la tarea de rescatar a La Chinesca. Se habilitaron algunos de los sótanos donde los chinos vivían y trabajaban a principios del siglo pasado y organizan recorridos contando historias de aquel entonces.

Algunos de esos sótanos muestran puertas clausuradas, que refuerzan la teoría de que todos los edificios de La Chinesca estaban interconectados en el pasado. Dado que no todos los edificios colindantes pertenecen a los mismos dueños, la tarea de derrumbar esas puertas y averiguar qué hay detrás de ellas, no es nada fácil.

La amable guía de uno de estos recorridos cuenta que posiblemente detrás de una de esas paredes se encuentre el mobiliario original del gran sótano que servía como casino y fumadero de opio. La decoración es una mezcla de piezas chinas antiguas y modernas; originales y réplicas, murales y objetos.

La narradora, quien lleva sangre mexicana y china en sus venas, es el hilo que conecta todas las historias de los puntos visitados, platicando con emoción las luces y sombras de los secretos de La Chinesca.

El recorrido incluye los sótanos bajo dos tiendas de ropa, una botica y una relojería. Son unas verdaderas cápsulas del tiempo que ahora se abren para difundir la historia de los pioneros de la ciudad y de cómo gracias a su tesón, contribuyeron enormemente al desarrollo de Mexicali haciendo de esta ciudad primero su refugio, luego su hogar y finalmente su nueva patria.
 

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