LA BUFADORA

Década pérdida

Por El Mosquito
martes, 31 de diciembre de 2019 · 00:00

Este martes es el último día del año y también concluye la segunda década del presente siglo, con saldos más negativos que positivos en todos los aspectos para quienes residen en el municipio de Ensenada. De hecho se puede afirmar que se trata de una década pérdida, y basta con salir a la calle para comprobarlo.

El equipamiento urbano de este puerto está peor que cuando se registró el lustro económico más crítico para la ciudad de 1991 a 1995, cuando padecimos los efectos del embargo atunero, los macrofraudes de Brisamar y Ginsa, el descenso en la afluencia turística y la devaluación del peso frente al dólar. Y sí, ahora estamos peor que en aquel entonces.

La festinada alternancia política que ocurrió en 1989 y los subsiguientes congresos locales y cabildos divididos o plurales en Baja California, con representantes de todas las fuerzas partidistas, no se tradujo en mayor crecimiento económico ni desarrollo social, tampoco se erradicó el nepotismo, el tráfico de influencias y la corrupción.

La prometida transparencia y rendición de cuentas también formaron parte de esos mitos sociológicos que pronosticaban que los cambios de partido en el poder y la conformación de aparatos legislativos sin predominio de un grupo consolidarían nuestra incipiente democracia.

Está claro que se equivocaron los analistas, entre ellos muchos académicos de cubículo muy acostumbrados a interpretar la realidad con teorías extranjeras y sin realizar investigación de campo en su propio entorno.

Por ende, no hay motivos de celebración en este cierre del 2019 y de otra década, porque desde el diagnóstico inicial traíamos la brújula perdida, pecamos de optimistas con la creencia de que contando un sistema electoral costoso pero autónomo el voto libre en las urnas permitiría sentar las bases del progreso sostenido, pero eso jamás sucedió.

Y en el colmo de la desvergüenza y cinismo, dirigentes de los partidos que gobernaron en ese periodo, ahora reducidos a cenizas en la entidad, cuestionan los errores de los actuales mandatarios, como si ellos no fueran responsables de nada. Pero bien reza el viejo adagio que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.

Hoy los ensenadense pagan muy caro su indiferencia, apatía y valemadrismo, lloran de todo a través de la redes sociales, pero no mueven un dedo para que cambie el estado de cosas; creen que con desahogos digitales se resuelven los problemas, sobre todo los jóvenes universitarios y profesionistas, que -salvo honrosas excepciones- ni por asomo muestran un espíritu revolucionario ni solidario, y se comportan como simples habitantes, pero no como ciudadanos comprometidos.

De continuar esta inercia, en la que todos esperan que “alguien” venga a solucionar rezagos y crisis, la “Cenicienta del Pacífico”, quien fue traicionada por sus otrora príncipes azules y rojos, no podrá ser la joya del noroeste de México.

Obras son amores…
Debido a tantos desencantos, lo mejor que pueden hacer los actuales gobiernos, es no prometer obras infraestructura que llevan 30 años en el discurso. Respecto a Ensenada, tras la gigantesca decepción del jamás construido puerto multimodal en Punta Colonet, proyecto con el que nos jugaron el dedo en la boca durante todo el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, permanecen en el limbo la carretera alterna a la autopista Escénica Tijuana-Ensenada, la vía de ferrocarril de Tecate a El Sauzal, la ampliación y modernización del llamado “tramo de la muerte” entre Chapultepec y Maneadero, más el inacabado y barril sin fondo que constituye el libramiento San Miguel-Maneadero.

Esta hermosa infraestructura que se conserva en el imaginario pero no en los hechos, es la que se necesita para que Ensenada se convierta en un distrito gastronómico, un verdadero centro de investigación científica, en la real capital del vino mexicano y un puerto de altura.

El municipio de Ensenada tiene muchas vocaciones productivas, potencial del que tenemos presumiendo casi medio siglo, pero con infraestructura y equipamiento urbano del siglo pasado no se podrán detonar tales posibilidades.

Por tanto, como suele darse en estas fechas, el comienzo de un nuevo año y con el simbolismo de ser el 2020, que nos hace recordar los añejos esfuerzos de aquel movimiento empresarial que se denominó “Ensenada 20-25”… ¿se acuerdan?, que hace más de dos décadas pretendió visualizar este puerto precisamente a partir del año que entra, lo cierto es que los plazos y las oportunidades se agotan para los pobladores del municipio más extenso territorialmente del país. Así que dejemos de discutir, y entre todos rescatemos a Ensenada de las ruinas, porque ya dejó de ser el mejor lugar para vivir.

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