LA COMEDIA POLÍTICA

¿Y si fueras político?

Por Dan T
jueves, 14 de febrero de 2019 · 00:00

A veces me dan ganas ser parte de la Cuarta Transformación del país, pero luego mis neuronas vuelven a funcionar y se me pasa. Te voy a confesar una cosa muy, pero muy vergonzosa. No, no es que le voy al América ni que veía la serie de Jenny Rivera, no he caído tan bajo. Lo que te quiero confesar es que, de verdad, a veces me dan ganas de ser político. ¿A poco no te gustaría poder decir cualquier tontería en el trabajo y que tu jefe no te corra, al contrario, que te aplauda?

-A ver, Godínez, ¿por qué no declaró que tenía usted este tupper con bacalao navideño guardado en su escritorio? Clarito les dije a todos mis colaboradores que no iba a permitir que ocultaran sus bienes. Conmigo se va a instaurar el Estado de Derecho y se acabó el Estado de Chueco.

-Ay, jefe, pues sí, sí es mío -respondería como Javier Jiménez Espriú con su súper depa en Houston que tenía escondido- Bueno, en realidad no es mío. Lo fue, pero ya no lo es.

-¿Lo vendió?

-No, tampoco. Mire, lo que pasa ese bacalao no era mío, sino que era de mi esposa. Ella lo cocinó para la cena de Navidad que tuvimos ahora en diciembre.

-¿Y por qué dice que era de su señora? ¿Que acaso están casados por bienes y guisados separados?

-No, pero, pues que ella hizo un guardadito de bacalao cuando vio que se estaba acabando con tanto recalentado. ¡Ya ve cómo son de tragones los cuñados! Y, bueno, pues ella escondió el bacalao, que era de ella no mío, y después se lo cedió a una empresa texana.

-¿Cómo que se lo cedió? Más bien se lo habrá vendido. No tiene nada de malo vender comida, Godínez. Pero eso de ceder nomás no me cuadra, ¿para qué querría una empresa texana un tupper de bacalao. ¿Pues quiénes son los socios o qué?

-Pues mire, el director soy yo, el presidente soy yo, el tesorero soy yo y me parece que el primer secretario también soy.

-¡Ya ve, Godínez! Entonces el bacalao sí es suyo y usted lo ocultó, contraviniendo las políticas de austeridad de mi administración.

-No, no jefe. Déjeme le explico. El bacalao era de la empresa. Y la empresa, bueno, era mía, pero cuando usted me dijo que me invitaba a trabajar, pues ni modo de seguir siendo fifí. Ni al caso venía que yo fuera dueño de una empresa en Texas, si de lo que se trata es que todos en la empresa vean que estamos en la total pobreza franciscana para que no nos anden invitando a participar en las tandas ni nos pidan cooperación para la posada o para los tamales de la Candelaria.

-¿Y entonces qué pasó con la empresa?

-Me deshice de todas las acciones.

-No, se las regalé a mi hijo.

-Pero entonces la empresa que posee el bacalao es de su familia.

-Pues sí, licenciado, pero no es mía lo que se dice mía. Es, digamos, de mis parientes.

-¿Y tiene cómo probar que la empresa ya no es suya y que el bacalao que estaba escondido tampoco es suyo?

-No, pos’ la verdad no, jefe. Pero, ¿a poco se necesitan pruebas para demostrar lo que decimos? ¿Qué no basta con nuestra honestidad valiente?

-Pues eso sí. Entonces, Godínez, ese bacalao que no es suyo sino de una empresa que era suya y que le regaló a su hijo, ¿se lo va a comer?

-Si usted pone el pan, le invito una torta. Pero no le diga a los demás en la oficina, ¡es secreto!

-¡Me canso ganso!

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