ALGO MÁS QUE PALABRAS

Dejemos los campos de batalla

Por Víctor Corcoba Herrero*
viernes, 1 de marzo de 2019 · 00:00

Al igual que para alcanzar la paz se requiere de un trabajo decente, no de cualquier trabajo, donde impere la justicia social, la inclusión, el desarrollo económico y la realización personal, también para aminorar tensiones hace falta otro ánimo más solidario y sensible, actitud indispensable y esperanzadora para el correcto funcionamiento de una vida serena que todos, absolutamente todo el colectivo humano por mera dignidad, nos merecemos.

En esto, sin lugar a dudas, la colaboración entre instituciones y continentes es esencial. Bien es verdad, que hacen falta otras políticas menos interesadas, más universales y no tan partidistas, el ejemplo lo tenemos en la cooperación entre las Naciones Unidas y la Unión Africana, con los notables progresos que está experimentando dicho territorio, especialmente en el ámbito de la resolución de conflictos y en el de la prevención. También es menester no falsificar la verdad, para poder ver la realidad tal y como es, pues sólo así se puede ir al fondo del problema y subsanarlo.

En cualquier caso, tampoco podemos normalizar contextos sociales violentos, cuando todo está interrelacionado y corremos el riesgo de endiosarnos de esa energía que todo lo corrompe, ampliando las desigualdades y las incertidumbres como jamás.

A mi juicio, no existe una mejor prueba de avance para una especie pensante, que la del progreso armónico, cuestión que se consigue con la cooperación entre todos. Dejemos los campos de batalla. No tienen sentido. Lo importante es alentar los movimientos armónicos entre culturas, propiciar espacios de entendimiento, de respeto natural entre toda la ciudadanía.

Lo ideal es que podamos tener idénticas posibilidades de actuación, cuestión que no es nada fácil en un mundo tan dividido como cruel, en el que tan solo una tercera parte de los niños recibe protección social, según la OIT y UNICEF; además, de proliferar la búsqueda de intereses individuales a expensas de todos.

Quizás la contienda más trascendente la tengamos con nosotros mismos. Sea como fuere, tenemos que cambiar modos y maneras de ser, tomar otras visiones más humanísticas para encauzar nuevas cercanías, repensar otros horizontes más acordes con la concordia y no con el empeño de venganza. Las guerras, ya en su tiempo lo decía el inolvidable filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900), que volvía estúpido al vencedor y rencoroso al vencido. Ciertamente, así es, el mundo entero hoy tiene sed de justicia y paz, necesita sentirse libre para ser constructores de otros lenguajes del corazón, y no de esta atrofiante mundanidad que nos ahoga, desfigura y deshumaniza, nuestro propio espíritu humano.

Ojalá aprendamos a mirar la época de las grandes batallas mundiales y a sacar conclusiones al respecto. Seguramente, entonces, aprenderemos a mirar al futuro a través de otras relaciones más pacifistas, de amistad entre los pueblos, de hermanamiento entre naciones y continentes. El que la Unión Europea impulse la cooperación regional con veinticinco países africanos, aparte de ser un signo de esperanza, es también un nexo de unión para superar los crecientes desafíos, como el aumento de la población, los efectos adversos del cambio climático, la gobernabilidad débil y los efectos desestabilizadores de la delincuencia internacional.

*Escritor

corcoba@telefonica.net

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