LA COMEDIA POLÍTICA

Jurassic PRI: el cumpleaños

Por Dan T.
martes, 12 de marzo de 2019 · 00:00
Yo tengo que confesarte algo. Me da mucha pena hacerlo, pero es necesario que lo sepas. No es algo que yo escogí, es algo que me tocó desde que nací y, pues, nada puedo hacer para cambiarlo. Lo que te quiero contar es que cumplo años el mismo día que el PRI. Así que el lunes 4 de marzo fue mi cumpleaños y es muy probable que no me hayas felicitado. Pero, bueno, no vengo aquí a hacer panchos, ni que fuera el sicópata novio de tu hermana que la cela hasta de sus amigos del kínder.

No, no. Nada de eso. De lo que quiero hablar es del festejo por los 90 años del PRI. Para llegar a la sede nacional tricolor tomé un Jeep con tracción 4X4, para poder avanzar entre tanto lodo que se tiran los priistas entre sí. También iba equipado con potentes lámparas de halógeno, porque para nadie es secreto que los priistas son seres que se desarrollan mejor en las sombras.

Cuando llegué al edificio de Insurgentes Norte, me encontré con la propia Claudia Ruiz Massieu, una auténtica diplodocus guerrerensis, una especie de dinosaurio que se caracteriza por tener sangre tricolor, pero muy mala memoria. A Ruiz Massieu, por ejemplo, ya se le olvidó que fueron los priistas los que mataron a su padre.

Más adelante me encontré a dos temibles velociraptores: Ulises Ruiz e Ivonne Ortega, que son conocidos por ser dinosaurios de rapiña, es decir, sólo andan buscando dónde hay un cadáver político para ver qué ventaja o beneficio pueden obtener de él. En este caso estaban ahí porque pretenden ser los próximos dirigentes del PRI, lo cual sería una alegría para todos los mexicanos porque sería, ahora sí, la muerte de ese partido.

En contraste, en una de las cuevas descubrí un arenero en el que jugaban los bebés dinosaurios como Alito Moreno, dinosaurio de la especie Campechanus Corruptus; Alfredo del Mazo, un ejemplar de los casi extintos Atlacomulensis Tracalodón y Alejandro Murat, un Raterix Oaxaquedonte de pura cepa.

Hubo un momento en que sí pasé saliva, sudé frío, apreté las nalgas y recé un avemaría: cuando me encontré con el temible Manlio T-Rex Beltrones, uno de los más sanguinarios dinosaurios que ha existido.

Por suerte iba yo preparado: metí la mano en mi mochila de explorador, Beltrones comenzó a gruñirme mostrando su temible y larguísimo colmillo, saqué un fajo de billetes y eso de inmediato capturó su atención.

El T-Rex Sonorensis tiene un desarrollado olfato para el dinero. En un rápido movimiento, lancé los billetes lo más lejos que pude, Beltrones salió presuroso a buscarlos y yo salvé mi vida. Ojalá que nunca me lo vuelva a encontrar porque seguramente querrá matarme ya que los billetes eran falsos.

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