DESDE HOLANDA

La escuela

Por Dianeth Pérez Arreola
miércoles, 13 de marzo de 2019 · 00:00
Hay un programa que causó sensación el año pasado en Holanda, cuyo nombre traducido al español sería algo así como “La madre busca-piojos”, que es una figura que existe en todas las escuelas públicas del país. Un par de madres voluntarias que reciben entrenamiento del sector salud para buscar fauna nociva en las cabecitas de los alumnos de primaria cada cierto tiempo.

El programa está lleno de humor incómodo y retrata una escuela, maestros, directivos y padres de familia disfuncionales. Es tan exitoso que la fórmula ya fue vendida a Bélgica y Alemania. Es gracioso porque las situaciones que ahí se dan, encajan muy bien en la realidad.

Por ejemplo, en la escuela de mis hijas piden que las colaciones que los niños dan a sus compañeros en sus cumpleaños sean “saludables”, cuando todos sabemos que en general son unas máquinas inagotables de ingesta de azúcares, y mientras las colaciones que contienen dulces, chocolates o muffins son comentadas y admiradas, las saludables no levantan pasiones. Por supuesto todos los cumpleañeros quieren impresionar a su salón, y los padres entramos a la escuela con las colaciones envueltas como recién nacido en invierno para destaparlas una vez en el salón de clases, donde contamos con la complicidad de los maestros, quienes saben que los gustos no cambian por decreto.

En un cumpleaños de mi hija mayor hice unas mandarinas con ojitos móviles y gorrito de fiesta, debajo del cual había una cajita con dulces. Tras entregárselas a sus compañeros mi hija fue al baño y al regresar encontró todas las mandarinas -sin ojos, gorrito ni dulces- en su mesabanco.

En su cruzada contra el azúcar, la directora instituyó los miércoles de fruta -casi como el apodo de las famosas sesiones del Congreso del Estado- para al menos un día asegurarse de que las galletas, papitas y otras opciones no saludables, se quedan en casa. Por supuesto que es una buena iniciativa, sale mejor prevenir ahora que gastar millones después en servicios médicos para diabéticos.

Este año la escuela decidió poner en el calendario tres días de reuniones de maestros precisamente en los días de carnaval, cuando todos los niños iban disfrazados y bailaban la polonesa -como una fila de conga, pero sin ritmo- en el patio de la escuela. La sensibilidad y la corrección política están a flor de piel, así que junto con la prohibición de disfrazarse en diciembre de “zwarte piet” o Pedro Negro, el ayudante de color del Santa Claus holandés, han preferido vetar también el carnaval, no se vaya a ofender alguien con algún disfraz. Y no es que alguien haya ido como cura pederasta o musulmán terrorista, lo más osado que llegué a ver fue al maestro de gimnasia disfrazado de vaca.

Pero a veces la corrección política les falla, como el nombre que eligieron para el taller sobre convivencia con niños con algún tipo de discapacidad: un poco loco. Yo asumo que quienes están un poco locos no son los niños con discapacidad o a quienes se les enseña a convivir con ellos, sino los directivos. La realidad da para muchos guiones de “La madre busca-piojos”.

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