Día del Señor

III Domingo de Cuaresma Ciclo C

Por Padre Carlos Poma Henestroza
sábado, 23 de marzo de 2019 · 00:00

“El viñador le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’”.

(Lc 13, 1-9)En el Evangelio de hoy, Jesús nos cuenta la parábola de la higuera estéril. La esterilidad de la higuera se refiere a la esterilidad de nuestra vida cuando no damos frutos espirituales.

Dios nos planta (nos crea), nos cuida (nos da todas las gracias que necesitamos). ¿Y nosotros? ¿Damos fruto? ¿O nos parecemos más bien a esas plantas muy frondosas llenas de hojas, pero sin ningún fruto en sus ramas, sólo hojas, hojas provenientes de nuestro egoísmo, hipocresía, falta de rectitud de intención, vanidad, auto-suficiencia, autonomía, racionalismo, orgullo, etcétera?

Dios espera frutos de santidad en nosotros mismos... y frutos de santidad en los demás, por el servicio que espera de nosotros para la extensión de su Reino. Pero ¿qué hacemos? Nos creemos dueños de nosotros mismos.

No comprendemos que el árbol (nuestra vida) es del Señor. No comprendemos que estamos “ocupando la tierra inútilmente”.

No comprendemos que Dios quiere que su árbol, plantado y cuidado por El, dé frutos y los dé en abundancia. Pero, sin embargo ocupamos espacio inútilmente, sin dar el fruto esperado. Y el Dueño de la plantación después de tanto esperar, desea cortar la higuera estéril.

Pero siempre, como bien lo indica la parábola, Dios nos da otra oportunidad. Interviene de inmediato la Misericordia Divina, infinita como todas sus cualidades, para darnos más gracias aún. A pesar de nuestra esterilidad, nos dice el Evangelio que, antes de cortarla, espera un año más, “afloja la tierra alrededor y le echa abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré”.

Miremos con seriedad nuestra propia vida, veamos si nos identificamos con esa higuera, consideremos que quizá sea este el último año que el Señor nos concede para que demos el fruto debido. Tratemos de rectificar nuestra conducta indolente, nuestra vida vacía de amor a Dios y de buenas obras.

Dios quiere que nos convirtamos ya hoy, que no lo dejemos para mañana. Si la cuaresma es un tiempo especial de conversión, no dejemos que pase esta cuaresma sin un propósito firme de conversión. Para eso, abonemos todos los días nuestro corazón con obras de misericordia y penitencia, con amor y con espíritu de sacrificio.

Urge nuestra conversión, no podemos alargar más en el tiempo, no retrasemos más nuestra conversión. Dios aguarda paciente a que volvamos a Él, dejemos atrás lo que desagrada a Dios, comencemos ya desde hoy a vivir las buenas obras que Dios espera, y con su gracia avancemos por el camino de la conversión en esta Cuaresma.

 

Que la cuaresma nos ayude a nuestra conversión diaria, y que Dios nos bendiga, acompañe y proteja siempre

cpomah@yahoo.com

 

 

 

 

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