ALGO MÁS QUE PALABRAS

Aires discriminatorios

Por Víctor Corcoba Herrero*
lunes, 25 de marzo de 2019 · 00:00

Todos estamos llamados a entendernos, a conocernos internamente y a reconocernos, al mismo tiempo, vinculados a ese tronco común que hace familia en la medida en que nos hermanamos unos con otros. Por eso es importante que los gobiernos no instauren leyes discriminatorias contra grupos humanos determinados, puesto que todos al fin somos necesarios, y el hecho de que exista una minoría privilegiada, lo que origina es un absurdo enfrentamiento, con la consabida fragmentación y apertura a los caminos de la violencia.

Sea como fuere, los poderes públicos no pueden olvidarse de las múltiples y, a menudo, graves motivaciones que impulsan a tantos seres humanos a abandonar su país natal. Casi siempre, su decisión no nace solamente de la necesidad de mayores oportunidades; con asiduidad se les impulsa a huir, debido a una multitud de conflictos, tanto culturales como sociales y religiosos, verdaderamente injustos, que suelen dejarnos sin palabras.

Por consiguiente, no me gusta este vendaval que distancia corazones y pone barreras. En consecuencia, ningún ciudadano puede conscientemente avivar o apoyar estructuras y actitudes que dividan a unas personas de otras, a unos grupos de otros. Idéntica enseñanza debe aplicarse a quienes hacen uso de la barbarie y la apoyan. La humanidad en su conjunto, abandonando cualquier forma de intolerancia y discriminación, ha de propiciar atmósferas más armónicas.

Aún hoy muchas personas son sometidas a privaciones y brutalidades indescriptibles, realidades contrarias a ese espíritu de paz que alientan los derechos humanos, que son los que en verdad inspiran e impulsan el progreso de la especie. En este sentido, hemos de reconocer avances, sobre todo en el abandono de la pobreza extrema, o en un mejor acceso a los sistemas de agua potable, pero a la vez, se advierte fruto de estos aires arbitrarios el constante crecimiento del discurso del odio y la venganza. Indudablemente, se requieren líderes con otra visión más incluyente, y también gentes con valor para denunciar cualquier tipo de abusos, generadores de disputas inútiles y de desigualdades absurdas.

Tal vez uno de los desafíos más delicados para la agenda de derechos humanos sea la concentración de riqueza en unos pocos, y estas atmósferas que discriminan, aíslan y excluyen como jamás.

Mal que nos pese, esta sociedad aparta y lejos de debilitar su afán, prosigue relegando por razón de sexo, la causa subyacente de la violencia contra las mujeres y la violación de los derechos humanos más extendida e impune que existe en el mundo. Por otra parte, lejos de desterrar este espíritu discriminatorio, de derecho o de hecho, parece incorporarse cada día por todo el orbe y tomar actualidad. Sólo hay que observar las muchas tensiones que se perciben por doquier.

De ahí la trascendencia de entrar siempre en diálogo, de dejar el paso a la razón, a la confianza mutua, a negociaciones sinceras y al hermanamiento entre ese cúmulo de diversidades. En cualquier caso, los Estados no han de buscar la seguridad en la acumulación de nuevas armas, pues lo substancial es rebajar el armamento en el planeta, incluido el arsenal atómico y nuclear.

La imposición de las armas no es una solución aceptable. Las nuevas generaciones han de poner fin a tantas inútiles luchas y a la enemistad entre análogos, por propia supervivencia de la especie humana.

*Escritor

corcoba@telefonica.net
 

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