CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Rebelión y sobrevivencia intelectual

Por Rael Salvador
viernes, 29 de marzo de 2019 · 00:00

Estar en contra de todo y contra todos, no es más que la manifestación de que algo no marcha favorablemente en nuestra vida.

Quien ejerce la contingencia visceral, quizá sólo esté demostrando que los caprichos se le han convertido en obsesiones incontrolables que, de manera desesperada y de forma por demás abyecta, terminan violentando todo lo que hay alrededor.

Y si fuera el caso –que hay ya demasiadas señales públicas que lo niegan– abría también que reflexionar que la furia de la rebelión no es la única forma de sobrevivencia intelectual.

De ahí la agresión social, la intolerancia política, el desmantelamiento familiar, que parecen no surgir más de la indignación sino de la banalidad y la autosuficiencia.

La ventaja de la indignación auténtica es que va sujeta a las evidencias, las cuales construyen con inmediatez los argumentos.

Y argumentos es lo que más falta a la hora de abrir la tinta de los comentarios protagónicos, que socavan la realidad al hacerse pasar por verdades indelebles, maquilas personalizadas que terminan, psicológica y socialmente, en el rango de lo sospechoso.

Hay formas del lenguaje que sobrepasan el entendimiento, de lo cual vendría bien el entusiasmo del estudio y la investigación, antes que manifestar “juicios” que, tarde o temprano –como ha venido sucediendo con recurrencia– terminan igualando lo más vil de las mentiras innobles.

En la amplia extensión de la enemistad que genera, la apariencia de la “rebelión” –en contra de todo y contra todos– debería deslindarse de la idiotez y dar paso a la construcción de razonamientos, para así pasar a las demostraciones fehacientes.

Existen cosas dignas en la aceptación de la incapacidad.

Pero tal parece que no todos los “intelectuales” se encuentran destinados a poner en práctica la metodología necesaria para cuestionar la realidad, en cambio sí poseen el sobrado cinismo para discrepar, objetar, contradecir o refutar como dioses famélicos, aportándole más heridas a la negatividad.

Ya lo he dicho: no les está negado, siempre y cuando no exista alguien que les haga ver la tremenda distancia que hay entre la realidad y lo que nos cuentan.

Dadas las circunstancias, de nosotros dependerá leer lo que no se escribe, oír lo que no se dice, ver lo que no se muestra…

La “piedad natural del alma”, convertida a fuerza de violencia y autoengaño en los nuevos y aparatosos sepulcros de la fe, de la ordinaria fe humana. Cuidad a los perros. ¿No es así, señor Mario Vagas Llosa?

raelart@hotmail.com

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