LA CARROCA

Esas amistades

Por Soraya Valencia Mayoral*
sábado, 30 de marzo de 2019 · 00:00

Después de un breve descanso aquí estamos de nuevo. Uno no está preparado para los quebrantos de la salud y por lo menos en mi caso que no tomaba ni aspirinas, aprender a ser paciente ha sido un ejercicio de virtud. Sobre todo la paciencia, la santa paciencia que lo general uno suele prodigar a los demás pero que resulta muy escasa cuando se trata de uno mismo. Junto a ésta va surgiendo la hermosa gratitud por cada día que amanece, el gozo por la llegada de la primavera, las primeras caminatas.

El problema no ha sido grave, sí algo delicado y bueno, seguimos caminando literalmente, muy feliz y contenta. Agradecida con mis amigos y amigas que siempre estuvieron atentos para acudir solidarios a servir generosamente. Ésa otra familia que nos acompaña a lo largo del camino, no siempre los mismos pero siempre ellos y ellas, parte esencial de nuestra fortaleza en el día a día.

Revisando mi historia de vida las cosas hubieran cambiado de color sin los amigos. En los momentos más duros nunca ha faltado su presencia no sólo para acompañar sino para participar en la solución de esas situaciones que forman parte de un evento de alto impacto. Yo hago el enlace vía conferencia tripartita - en aquel entonces - yo voy al aeropuerto por fulano, yo pongo mi carro, yo traigo comida, yo acompaño a tu hija, nosotras le damos la noticia. Así, en los momentos marcan la vida la presencia providencial de los amigos no ha faltado.

Pero de manera especial las amigas, las que saben que las mujeres manejamos una carga adicional, esas amigas que curan con un abrazo, un aquí estoy, qué quieres que haga. Entre las que existe un código secreto y ancestral al que hoy llaman sororidad y que supone la creación de una especie de cerco mágico de cuidado y protección, una red amorosa que enciende alertas y lanza el aullido nocturno.

Una sociedad solidaria que nos lleva a llorar las dolencias y celebrar las buenas nuevas. Y no es cosa de aprender una teoría o predicarla, que también ayuda, sino de ir mucho más allá a través de una experiencia profunda que va desterrado las envidias y los celos, muchas veces profesionales o laborales, como un trabajo cotidiano y va abriendo el corazón a las posibilidades del verdadero amor, no el amor sentimental, sí el que se traduce en encuentro y servicio. La verdadera sororidad va favorecido un cambio de actitud radical y no negociable.

Por algo dicen que las amigas curan. Y curan de verdad. Desde un caldito de pollo hasta el abrazo, el regaño, el no seguirnos el juego. Nadie como una amiga para decirnos con todas sus letras una verdad. Para perdonar y pedir perdón cuando el perdón es una exigencia para seguir adelante. Para reir a carcajadas cuando han pasado los años y las historias ya no duelen. Vaya esta Carroca por todas ellas.

Desde las amigas de la infancia, de la universidad y de la vida adulta. Igual a mis amigos, otra red, otra cadena de bondades que forma parte del tejido de mi vida. A todos mi gratitud eterna y mi cariño grande e incondicional. Mi alegría por su vida bella. Vale.

*La autora es mujer de letras sacras y profanas

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